sábado, 30 de abril de 2016

Juan 14,23-29: Mi paz os doy, por el P. Raniero Cantalamessa, OFM

Juan 14:23-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amárais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo."

— Comentario por el P. Raniero Cantalamessa, OFM
«Mi paz os dejo, mi paz os doy. No como la da el mundo os la doy a vosotros»

¿De qué paz habla Jesús en este pasaje del Evangelio? No de la paz externa que consiste en la ausencia de guerras y conflictos entre personas o naciones diversas. En otras ocasiones Él habla también de esta paz, por ejemplo cuando dice: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios». 

Aquí habla de otra paz, la interior, del corazón, de la persona consigo misma y con Dios. Se comprende por lo que añade inmediatamente: «No se turbe vuestro corazón ni tenga temor». Ésta es la paz fundamental sin la cual no existe ninguna otra paz. Miles de millones de gotas de agua sucia no forman un mar limpio, y miles de millones de corazones inquietos no componen una humanidad en paz.

La palabra utilizada por Jesús es shalom. Con ella los judíos se saludaban, y todavía se saludan entre sí; con ella saludó Él mismo a los discípulos la tarde de Pascua y con ella ordena saludar a la gente: «En cualquier casa que entréis, decid antes: la Paz a esta casa» (Lc 10,5-6).

Debimos partir de la Biblia para entender el sentido de la paz que da Cristo. En la Biblia shalom dice más que la sencilla ausencia de guerras y desórdenes. Indica positivamente bienestar, reposo, seguridad, éxito, gloria. La Escritura habla incluso de la «paz de Dios» (Flp 4,7) y del «Dios de la paz» (Rm 15,32). Paz no indica, por lo tanto, sólo lo que Dios da , sino también lo que Dios es. En un himno suyo, la Iglesia llama a la Trinidad «océano de paz».

Esto nos dice que esa paz del corazón que todos deseamos no se puede obtener nunca total y establemente sin Dios, fuera de Él. Dante Alighieri sintetizó todo esto en ese verso que algunos consideran el más bello de toda la Divina Comedia: «En su voluntad está nuestra paz».

Jesús da a entender qué se opone a esta paz: la turbación, el ansia, el miedo: «No se turbe vuestro corazón». ¡Qué fácil es decirlo!, objetará alguno. ¿Cómo aplacar la ansiedad, la inquietud, el nerviosismo que nos devora a todos y nos impide disfrutar de un poco de paz? Hay quienes por temperamento están más expuestos a estas cosas. Si existe un peligro, lo agrandan; si hay una dificultad, la multiplican por cien. Todo se convierte en motivo de ansiedad.

El Evangelio no promete una panacea para estos males; en cierta medida, forman parte de nuestra condición humana, expuestos como estamos a fuerzas y amenazas mucho mayores que nosotros. Pero indica un remedio. El capítulo del que procede el pasaje del evangelio dominical empieza así: «No se turbe vuestro corazón. Tened fe en Dios y tened fe también en mí» (Jn 14,1). El remedio es la confianza en Dios.

Tras la última guerra, se publicó un libro titulado Las últimas catas de Stalingrado. Eran cartas de soldados alemanes prisioneros en la bolsa de Stalingrado, despachadas en el último envío antes del ataque final del ejército ruso en el que todos perecieron. En una de estas cartas, reencontradas acabada la guerra, un joven soldado escribía a sus padres: «No tengo miedo de la muerte. ¡Mi fe me da esta bella seguridad!».

Ahora sabemos qué nos deseamos recíprocamente cuando, estrechándonos la mano, intercambiamos en la Misa el deseo de la paz. Nos deseamos el uno al otro bienestar, salud, buenas relaciones con Dios, con uno mismo y con los demás. En resumen, tener el corazón lleno de la «paz de Cristo que sobrepasa todo entendimiento».

DOMINGO DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA, Ciclo C

Hechos 15,1-2.22-29
Salmo 66,2-3.5.6.8: : Oh Dios, que te alaben todos los pueblos, 
que todos los pueblos te alaben
Apocalipsis 21,10-14,22-23
Juan 14:23-29

Hechos 15,1-2.22-29

En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia. Los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas Barsaba y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les entregaron esta carta: "Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo. Nos hemos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado e inquietado con sus palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de la fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud."

Salmo 66,2-3.5.6.8:
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
R. Oh Dios, que te alaben los pueblos, 
que todos los pueblos te alaben

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
R. Oh Dios, que te alaben los pueblos, 
que todos los pueblos te alaben

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga;
que le teman hasta los confines del orbe.
R. Oh Dios, que te alaben los pueblos, 
que todos los pueblos te alaben

Apocalípsis 21,10-14.22-23

El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido. Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel. A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres puertas. La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero. Santuario no vi ninguno, porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.

Juan 14:23-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amárais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo."

Salmo 66,2-3.5.6.8: Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben

Miércoles de la 4 Semana de Pascua
Domingo de la 6 Semana de Pascua, ciclo C

Salmo 66,2-3.5.6.8: 
Oh Dios, que te alaben los pueblos, 
que todos los pueblos te alaben

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
R. Oh Dios, que te alaben los pueblos, 
que todos los pueblos te alaben

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
R. Oh Dios, que te alaben los pueblos, 
que todos los pueblos te alaben

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
R. Oh Dios, que te alaben los pueblos, 
que todos los pueblos te alaben

Apocalipsis 21,10-14.22-23: La nueva Jerusalén

Apocalipsis 21,10-14.22-23
Domingo de la Sexta Semana de Pascua, ciclo C

El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido. Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel. A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres puertas. La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero. Santuario no vi ninguno, porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.

Juan 14:23-29: Promesa del Espíritu Santo

Juan 14:23-29
Domingo de la Sexta Semana de Pascua, ciclo C

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amárais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo."

SOBRE EL MISMO TEMA:  
Mi paz os doy   

SÁBADO DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA (lecturas)

Hechos 16,1-10
Salmo 99: Aclama al Señor, tierra entera
Juan 15,18-21

Hechos 16,1-10

En aquellos días, Pablo fue a Derbe y luego a Listra. Había allí un discípulo que se llamaba Timoteo, hijo de un griego y de una judía creyente. Los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes de él. Pablo quiso llevárselo y lo circuncidó, por consideración a los judíos de la región, pues todos sabían que su padre era griego. Al pasar por las ciudades, comunicaban las decisiones de los apóstoles y presbíteros de Jerusalén, para que las observasen. Las Iglesias se robustecían en la fe y crecían en numero de día en día. Como el Espíritu Santo les impidió anunciar la palabra en la provincia de Asia, atravesaron Frigia y Galacia. Al llegar a la frontera de Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo consintió. Entonces dejaron Misia a un lado y bajaron a Troas. Aquella noche Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le rogaba: "Ven a Macedonia y ayúdanos." Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio.

Salmo 99,1-2.3.5: Aclama al Señor, tierra entera

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
R. Aclama al Señor, tierra entera

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
R. Aclama al Señor, tierra entera

El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.
R. Aclama al Señor, tierra entera

Juan 15,18-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Recordad lo que os dije: "No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra." Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió."

Salmo 99,1-2.3.5: Somos su pueblo y ovejas de su rebaño, o aclama al Señor, tierra entera

Domingo de la 4 Semana de Pascua, ciclo C 
Somos su pueblo y ovejas de su rebaño
Sábado de la 5 Semana de Pascua
Aclama al Señor, tierra entera

Salmo 99,1-2.3.5: 
Somos su pueblo y ovejas de su rebaño
también: Aclama al Señor, tierra entera

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
R. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño
R. Aclama al Señor, tierra entera

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
R. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño
R. Aclama al Señor, tierra entera

"El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades."
R. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño
R. Aclama al Señor, tierra entera

Hechos 16,1-10: Pablo y Timoteo

Hechos 16,1-10: Pablo y Timoteo
Sábado de la 5 Semana de Pascua

1 Así llegó a Derbe y Listra. Había allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de madre judía convertida 
   y de padre griego, 
2 muy estimado por los hermanos de Listra e Iconio. 
3 Pablo quería llevarlo consigo; así que lo circuncidó, en consideración a los judíos que habitaban 
   por allí, porque todos sabían que su padre era griego. 
4 Al atravesar las poblaciones, les encargaban que observaran las normas establecidas por los apóstoles 
   y los ancianos de Jerusalén. 
5 Las Iglesias se robustecían en la fe y crecían en número cada día.
6 Como el Espíritu Santo no les permitía predicar el mensaje en Asia, atravesaron Frigia y Galacia. 
7 Llegados a Misia, intentaron pasar a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús se lo impidió. 
8 Así que dejaron Misia y bajaron hasta Tróade.
9 Una noche Pablo tuvo una visión: un macedonio estaba de pie y le suplicaba: Ven a Macedonia a 
   ayudarnos. 
10 Apenas tuvo esa visión, intentamos ir a Macedonia, convencidos de que Dios nos llamaba 
     a anunciarles la Buena Noticia. 

jueves, 28 de abril de 2016

Salmo 95,1-2a.2b-3.10: Contad las maravillas del Señor a todas las naciones

Jueves de la 5 Semana de Pascua

Salmo 95,1-2a.2b-3.10: 
Contad las maravillas del Señor 
a todas las naciones

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre.
R. Contad las maravillas del Señor 
a todas las naciones

Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.
R. Contad las maravillas del Señor 
a todas las naciones

Decid a los pueblos: "El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente."
R. Contad las maravillas del Señor 
a todas las naciones

Hechos 15,7-21: Discurso de Pedro y Santiago

Hechos 15,7-21
Jueves de la 5 Semana de Pascua

En aquellos días, después de una fuerte discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los presbíteros: "Hermanos, desde los primeros días, como sabéis, Dios me escogió entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca el mensaje del Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué provocáis a Dios ahora, imponiendo a esos discípulos una carga que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús." Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron, Santiago resumió la discusión, diciendo: "Escuchadme, hermanos: Simón ha contado la primera intervención de Dios para escogerse un pueblo entre los gentiles. Esto responde a lo que dijeron los profetas: "Después volveré para levantar de nuevo la choza caída de David; levantaré sus ruinas y la pondré en pie, para que los demás hombres busquen al Señor, y todos los gentiles que llevarán mi nombre: lo dice el Señor, que lo anunció desde antiguo." Por eso, a mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios; basta escribirles que no se contaminen con la idolatría ni con la fornicación y que no coman sangre ni animales estrangulados. Porque durante muchas generaciones, en la sinagoga de cada ciudad, han leído a Moisés todos los sábados y lo han explicado."

SOBRE EL MISMO TEMA:
No tener miedo a las discusiones acaloradas en la Iglesia

Hechos 15,7-21: No tener miedo a las discusiones acaloradas en la Iglesia, por el papa Francisco

Hechos 15,7-21
Jueves de la 5 Semana de Pascua

En aquellos días, después de una fuerte discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los presbíteros: "Hermanos, desde los primeros días, como sabéis, Dios me escogió entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca el mensaje del Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué provocáis a Dios ahora, imponiendo a esos discípulos una carga que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús." Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron, Santiago resumió la discusión, diciendo: "Escuchadme, hermanos: Simón ha contado la primera intervención de Dios para escogerse un pueblo entre los gentiles. Esto responde a lo que dijeron los profetas: "Después volveré para levantar de nuevo la choza caída de David; levantaré sus ruinas y la pondré en pie, para que los demás hombres busquen al Señor, y todos los gentiles que llevarán mi nombre: lo dice el Señor, que lo anunció desde antiguo." Por eso, a mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios; basta escribirles que no se contaminen con la idolatría ni con la fornicación y que no coman sangre ni animales estrangulados. Porque durante muchas generaciones, en la sinagoga de cada ciudad, han leído a Moisés todos los sábados y lo han explicado."

— Comentario por el papa Francisco
El Papa pide no tener miedo a las “discusiones acaloradas” en la Iglesia

Pidamos al Señor la gracia de entender cómo avanza la Iglesia, de comprender cómo desde el primer momento afrontó las sorpresas del Espíritu, y también, para cada uno de nosotros, la gracia de la docilidad al Espíritu.

También hoy en la Iglesia, como ayer, hay resistencias a las sorpresas del Espíritu frente a las nuevas situaciones, pero Él nos ayuda a vencerlas y a seguir adelante, seguros, en el camino de Jesús: lo dijo el Papa hoy en Casa Santa Marta.

Comentando el célebre pasaje de los Hechos de los Apóstoles sobre el llamado "Concilio" de Jerusalén, el Papa observa que "el protagonista de la Iglesia" es el Espíritu Santo. "Es Él quien desde el primer momento dio la fuerza a los apóstoles para proclamar el Evangelio", es "el Espíritu quien lo hace todo, el Espíritu lleva a la Iglesia adelante", también "con sus problemas", también "cuando estalla la persecución" es Él "quien da la fuerza a los creyentes para permanecer en la fe", también en los momentos "de resistencias y de encarnizamiento de los doctores de la ley".

En este caso, hay una doble resistencia a la acción del Espíritu: la de quienes creían que "Jesús había venido sólo para el pueblo elegido" y la de quienes querían imponer la ley mosaica, incluida la circuncisión, a los paganos convertidos. El Papa observa que entonces "hubo una gran confusión en todo esto".

"El Espíritu ponía los corazones en un camino nuevo: eran las sorpresas del Espíritu. Y los apóstoles se encontraron en situaciones que nunca habían creído, situaciones nuevas. ¿Y cómo gestionar estas nuevas situaciones? Por esto el pasaje de hoy comienza así:

"En esos días, había surgido una gran discusión', una discusión acalorada, porque discutían sobre este tema. Ellos, por una parte, tenían la fuerza del Espíritu - el protagonista - que les empujaba a ir adelante, adelante, adelante ... Pero el Espíritu les llevaba a ciertas novedades, ciertas cosas que nunca se habían hecho. Nunca. Ni siquiera las habían imaginado. Que los paganos recibieran el Espíritu Santo, por ejemplo".

Los discípulos "tenían la patata caliente en las manos y no sabían qué hacer". Así, convocan una reunión en Jerusalén, donde cada uno puede contar su experiencia, de cómo el Espíritu desciende también sobre los paganos.

"Y al final se pusieron de acuerdo. Pero antes hay algo hermoso: ‘Toda la asamblea calló y escucharon a Bernabé y Pablo, que referían los signos y prodigios que Dios había realizado entre las naciones, por medio de ellos'. Escuchar, no tener miedo de escuchar. Cuando uno tiene miedo de escuchar, no tiene el Espíritu en el corazón. Escuchar: ‘¿Tu qué piensas y por qué?'. Escuchar con humildad. Y tras haber escuchado, decidieron enviar a las comunidades griegas, es decir, a los cristianos venidos del paganismo, a algunos discípulos para tranquilizarles y decirles: ‘Está bien, seguid así'".

Los paganos convertidos no están obligados a la circuncisión. Es una decisión comunicada a través de una carta en la que "el protagonista es el Espíritu Santo". De hecho, los discípulos afirman: "El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido ...".

Esta - afirma el Papa - es la vía de la Iglesia "ante las novedades, no las novedades mundanas, como las modas o los vestidos", sino "las novedades, las sorpresas del Espíritu, porque el Espíritu siempre nos sorprende. ¿Y cómo resuelve la Iglesia esto? ¿Cómo afronta estos problemas, para resolverlos? Con la reunión, la escucha, la discusión, la oración y la decisión final".

"Este es el camino de la Iglesia hasta hoy. Y cuando el Espíritu nos sorprende con algo que parece nuevo o que ‘nunca se ha hecho así', ‘se debe hacer así', pensad en el Vaticano II, en las resistencias que tuvo el Concilio Vaticano II, y digo esto porque es el más cercano a nosotros. Cuantas resistencias: ‘Pero no...'. También hoy las resistencias que siguen de una forma u otra, y el Espíritu va adelante".

"Y el camino de la Iglesia es este: reunirse, unirse, escucharse, discutir, rezar y decidir. Y esta es la llamada sinodalidad de la Iglesia, en la que se expresa la comunión de la Iglesia. ¿Y quién hace la comunión? ¡Es el Espíritu! Otra vez el protagonista. ¿Qué nos pide el Señor? Docilidad al Espíritu. ¿Qué nos pide el Señor? No tener miedo, cuando vemos que es el Espíritu quien nos llama".

"El Espíritu - afirma el Papa - a veces nos detiene", como hizo con San Pablo, para hacernos ir a otra parte, "no nos deja solos", "nos da valor, nos da la paciencia, nos hace ir seguros por el camino de Jesús, nos ayuda a vencer las resistencias y a ser fuertes en el martirio".

"Pidamos al Señor - concluyó - la gracia de entender cómo avanza la Iglesia, de comprender cómo desde el primer momento afrontó las sorpresas del Espíritu, y también, para cada uno de nosotros, la gracia de la docilidad al Espíritu, para ir por el camino que el Señor Jesús quiere para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia".

lunes, 25 de abril de 2016

1 Pedro 5,5b-14: Exhortación a la santidad

1 Pedro 5,5b-14
25 de abril: Fiesta de San Marcos

Queridos hermanos: Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes. Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros. Sed sobrios, estad alerta, que vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos en el mundo entero pasan por los mismos sufrimientos. Tras un breve padecer, el mismo Dios de toda gracia, que os ha llamado en Cristo a su eterna gloria, os restablecerá, os afianzará, os robustecerá. Suyo es el poder por los siglos. Amén. Os he escrito esta breve carta por mano de Silvano, al que tengo por hermano fiel, para exhortaros y atestiguaros que ésta es la verdadera gracia de Dios. Manteneos en ella. Os saluda la comunidad de Babilonia, y también Marcos, mi hijo. Saludaos entre vosotros con el beso del amor fraterno. Paz a todos vosotros, los cristianos.

Salmo 88,2-3.6-7.16-17: Cantaré eternamente tus misericordias, Señor

25 de abril: Fiesta de San Marcos

Salmo 88,2-3.6-7.16-17
R. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.»
R. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor

El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos?
R. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo.
R. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor

domingo, 24 de abril de 2016

Salmo 144,8-9.10-11.12-13ab: Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey

Domingo de la 5 Semana de Pascua, ciclo C

Salmo 144,8-9.10-11.12-13ab: 
Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
R. Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey

Que todas tus criaturas te den gracias,
Señor, que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.
R. Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey

Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.
R. Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey

sábado, 23 de abril de 2016

DOMINGO DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA, ciclo C (lecturas)

Hechos 14,21b-27
Salmo 144,8-9.10-11.12-13ab:
Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey
Apocalipsis 21:1-5a
Juan 13,31-33a.34-35

Hechos 14,21b-27

En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios. En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.

Salmo 144,8-9.10-11.12-13ab:
Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
R. Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey

Que todas tus criaturas te den gracias,
Señor, que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.
R. Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey

Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.
R. Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey

Apocalípsis 21,1-5a

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono: "Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado." Y el que estaba sentado en el trono dijo: "Todo lo hago nuevo."

Juan 13,31-33a.34-35

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros."

Hechos 14,21b-27: Fin de la misión de Pablo y Bernabé

Hechos 14,21b-27
Domingo de la 5 Semana de Pascua, ciclo C

En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios. En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.

Apocalípsis 21,1-5a: El cielo nuevo y la tierra nueva

Apocalípsis 21,1-5a
Domingo de la 5 Semana de Pascua, ciclo C

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono: "Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado." Y el que estaba sentado en el trono dijo: "Todo lo hago nuevo."

Juan 13,21-33.36-38: Anuncio de la traición de Judas

Juan 13,21-33.36-38
Martes de Semana Santa,
Juan 13,31-33a.34-35
Domingo de la 5 Semana de Pascua, ciclo C

Juan 13,21-33.36-38:

En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo:
— Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que Jesús tanto amaba, estaba reclinado a la mesa junto a su pecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
— Señor, ¿quién es?
Le contestó Jesús:
— Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado.
Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás.
Entonces Jesús le dijo:
— Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió, dijo Jesús:
— Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: "Donde yo voy, vosotros no podéis ir."
Simón Pedro le dijo:
— Señor, ¿a dónde vas?
Jesús le respondió:
— Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde.
Pedro replicó:
— Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti.
Jesús le contestó:
— ¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.

Juan 13,31-33a.34-35
Domingo de la 5 Semana de Pascua, ciclo C

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros."

viernes, 22 de abril de 2016

La Unción de los enfermos: «De la angustia a la serenidad», del oncólogo José Luis Guinot


Romanos 12,1-2: El cristiano es en Cristo sacerdote y víctima, por San Pedro Crisólogo

San Pedro Crisólogo (380-450), Obispo de Rávena, Italia, uno de los Padres de la Iglesia latina, Doctor de la Iglesia, fue llamado Crisólogo (palabra de oro), como San Juan Crisóstomo (349-407), también Obispo, Padre y Doctor de la Iglesia, que fue llamado Crisóstomo (boca de oro).

Sus Sermones –se conservan 725– se difundieron por toda la Iglesia de Occidente. Combatió las herejías de su tiempo, arrianismo, nestorianismo, monofisismo, y predicó el esplendor de la verdad católica con una elocuencia contemplativa admirable.

* * *

El cristiano es en Cristo sacerdote y víctima: (Sermón 108 de San Pedro Crisólogo)

Os exhorto, por la misericordia de Dios, nos dice San Pablo [Rm 12,1]. Él nos exhorta, o mejor dicho, Dios nos exhorta, por medio de él. El Señor se presenta como quien ruega, porque prefiere ser amado que temido, y le agrada más mostrarse como Padre que aparecer como Señor. Dios, pues, suplica por misericordia para no tener que castigar con rigor.

Escucha cómo suplica el Señor: «Mirad y contemplad en mí vuestro mismo cuerpo, vuestros miembros, vuestras entrañas, vuestros huesos, vuestra sangre. Y si ante lo que es propio de Dios teméis, ¿por qué no amáis al contemplar lo que es de vuestra misma naturaleza? Si teméis a Dios como Señor ¿por qué no acudís a él como Padre?

«Pero quizá sea la inmensidad de mi Pasión, cuyos responsables fuisteis vosotros, lo que os confunde. No temáis. Esta cruz no es mi aguijón, sino el aguijón de la muerte. Estos clavos no me infligen dolor, lo que hacen es acrecentar en mí el amor por vosotros. Estas llagas no provocan mis gemidos, lo que hacen es introduciros más en mis entrañas. Mi cuerpo al ser extendido en la cruz os acoge con un seno más dilatado, pero no aumenta mi sufrimiento. Mi sangre no es para mí una pérdida, sino el pago de vuestro precio.

«Venid, pues, retornad y comprobaréis que soy un padre, que devuelvo bien por mal, amor por injurias, inmensa caridad como paga de las muchas heridas».

Pero escuchemos ya lo que nos dice el Apóstol: Os exhorto a presentar vuestros cuerpos. Al rogar así el Apóstol eleva a todos los hombres a la dignidad del sacerdocio: a presentar vuestros cuerpos como hostia viva.

¡Oh inaudita riqueza del sacerdocio cristiano: el hombre es, a la vez, sacerdote y víctima! El cristiano ya no tiene que buscar fuera de sí la ofrenda que debe inmolar a Dios: lleva consigo y en sí mismo lo que va a sacrificar a Dios. Tanto la víctima como el sacerdote permanecen intactos: la víctima sacrificada sigue viviendo, y el sacerdote que presenta el sacrificio no podría matar esta víctima.

Misterioso sacrificio en que el cuerpo es ofrecido sin inmolación del cuerpo, y la sangre se ofrece sin derramamiento de sangre. Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva.

Este sacrificio, hermanos, es como una imagen del de Cristo que, permaneciendo vivo, inmoló su cuerpo por la vida del mundo: él hizo efectivamente de su cuerpo una hostia viva, porque a pesar de haber sido muerto, continúa viviendo. En un sacrificio como éste, la muerte tuvo su parte, pero la víctima permaneció viva; la muerte resultó castigada, la víctima, en cambio, no perdió la vida. Así también, para los mártires, la muerte fue un nacimiento: su fin, un principio, al ajusticiarlos encontraron la vida y, cuando, en la tierra, los hombres pensaban que habían muerto, empezaron a brillar resplandecientes en el cielo.

Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como una hostia viva. Es lo mismo que ya había dicho el profeta: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo [Heb 10,5; Sal 39,7].

Hombre, procura, pues, ser tú mismo el sacrificio y el sacerdote de Dios. No desprecies lo que el poder de Dios te ha dado y concedido. Revístete con la túnica de la santidad, que la castidad sea tu ceñidor, que Cristo sea el casco de tu cabeza, que la cruz defienda tu frente, que en tu pecho more el conocimiento de los misterios de Dios, que tú oración arda conti-nuamente, como perfume de incienso: toma en tus manos la espada del Espíritu: haz de tu corazón un altar, y así, afianzado en Dios, presenta tu cuerpo al Señor como sacrificio.

Dios quiere tu fe, no desea tu muerte; tiene sed de tu entrega, no de tu sangre; se aplaca, no con tu muerte, sino con tu buena voluntad.

Romanos 12:1-2: El culto espiritual

Romanos 12:1-2

Por lo tanto, hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer. No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

SOBRE EL MISMO TEMA:
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Por qué aburrimos tanto en las homilias

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Hechos 13,26-33: Discurso de Pablo

Hechos 13,26-33

En aquellos días, habiendo llegado Pablo a Antioquía de Pisidia, decía en la sinagoga: "Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios: A vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación. Los habitantes de Jerusalén y sus autoridades no reconocieron a Jesús ni entendieron las profecías que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. Aunque no encontraron nada que mereciera la muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara ejecutar. Y, cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del madero y lo enterraron. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Durante muchos días, se apareció a los que lo habían acompañado de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo. Nosotros os anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a los hijos resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo: "Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.

Salmo 2,6-7.8-9.10-11: Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy

Viernes de la 4 Semana de Pascua

Salmo 2,6-7.8-9.10-11: 
Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy

"Yo mismo he establecido a mi rey
en Sión, mi monte santo."
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho:
"Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy."
R. Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy

"Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza."
R. Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy

Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando.
R. Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy

Juan 14,1-12: Testamento espiritual, por M. Dolors Gaja, MN.


Juan 14,1-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino." Tomás le dice: "Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" Jesús le responde: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto." Felipe le dice: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta." Jesús le replica: "Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre."

— Comentario por M. Dolors Gaja, MN

Estamos en el contexto de la última cena. Jesús se despide de los suyos y deja su Testamento espiritual. Un testamento que habla de amor, de unidad, verdad, filiación…Flota en el aire un ambiente de tristeza porque cuando Juan escribe el texto rememora las palabras del Amigo sabiendo ya que eran las últimas.

JESÚS SE VA

La despedida de la muerte no será nunca más, después de estas palabras, una despedida definitiva. Jesús nos augura el reencuentro, Él sólo se adelanta en el camino pero volverá para guiarnos hasta la casa del Padre. Para eso nos pide fe: creer en Dios, en el Dios que Él ha predicado, implica creer también en Él. Nos acercamos al Misterio Trinitario que deberíamos explicitar más en nuestra vida.

PREGUNTA DE TOMÁS

Este discípulo hace la pregunta que todos nos hacemos en la vida: ¿cómo reconocer el camino, cómo acertar? En el fondo es la pregunta por el sentido de la vida y la propia vocación. Jesús da una respuesta clara: Yo soy el camino, la Verdad y la Vida. Teniendo en cuenta que los evangelistas escriben sin puntuar el texto y no existen comas ni otros signos, esta frase puede leerse así: Yo soy el camino que lleva a la Verdad; y la verdad es la Vida.

La pregunta de Tomás queda respondida. Vivir en Verdad es vocación universal. Sólo así alcanzamos la plenitud. Y en este intento Jesús se convierte en el guía de camino…

PETICIÓN  DE  FELIPE

De la postura de Felipe, de su petición, aprendemos que muchas veces también nosotros seguimos deseando lo que ya tenemos porque no sabemos verlo ni valorarlo. Felipe le pide ver al Padre y Jesús le contesta que no es necesario: lo tiene a Él. También nosotros anhelamos a Dios muchas veces sin acabar de percatarnos que es más lo que poseemos que lo que esperamos. Lo tenemos en nosotros, en los sacramentos… No obstante, la petición de Felipe es entrañable: muéstranos al Padre. Es la aspiración de toda persona porque todos tenemos, lo sepamos o no “sed de Dios”. De hecho, la persona es, por definición, buscadora de Trascendencia.

En la respuesta de Jesús, varias enseñanzas:

. Todo lo que hacemos de bueno es obra del Padre.
. Jesús no habla por su cuenta sino en nombre del Padre.
. El Padre y Él son uno. Jesús es imagen del Padre.
. Las obras dan testimonio de la fe.

Si trasladamos esto a Jesús y sus seguidores tenemos, en breves palabras, la imagen del perfecto cristiano. Cristiano es aquel que vive unido a Cristo, que cree en Él y hace sus obras y que sabe y siente que el bien que pueda hacer no es, en el fondo, obra suya sino de Dios.

Que la oración de este domingo sea la de Felipe: Muéstranos al Padre. 

miércoles, 20 de abril de 2016

Hechos 12,24-13,5: Misión de Bernabé y Pablo

Hechos 12,24-13,5  
Miércoles de la 4 Semana de Pascua

En aquellos días, la palabra de Dios cundía y se propagaba. Cuando cumplieron su misión, Bernabé y Saulo se volvieron de Jerusalén, llevándose con ellos a Juan Marcos. En la Iglesia de Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, apodado el Moreno, Lucio el Cireneo, Manahén, hermano de leche del virrey Herodes, y Saulo. Un día que ayunaban y daban culto al Señor, dijo el Espíritu Santo: "Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado." Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron. Con esta misión del Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí zarparon para Chipre. Llegados a Salamina, anunciaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, llevando como asistente a Juan.

martes, 19 de abril de 2016

Hechos 11,19-26: Antioquía y Bernabé

Hechos 11,19-26  

En aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los helenistas, anunciándoles la Buena Noticia del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia a la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor. Más tarde, salió para Tarso, en busca de Saulo; lo encontró y se lo llevó a Antioquía. Durante un año fueron huéspedes de aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos.

— Comentario por Reflexiones Católicas

Los que no se habían dispersado por la persecución llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía. Antioquía, capital de Siria, y entonces en pleno país pagano es una etapa principal en la expansión de la Iglesia. El Espíritu empuja a los apóstoles hacia los centros vitales, los centros de influencia del mundo de entonces.

La Iglesia encuentra su camino dejándose guiar por los acontecimientos, y por el Espíritu Santo. Perseguidos en Jerusalén, expulsados de su villa natal, fundan comunidades nuevas allá donde se encuentra dispersos. Ciertamente los perseguidores no buscaban conseguir ese efecto cuando mataron a Esteban y a otros cristianos.

Y predicaban la Palabra sólo a los judíos... Pero entre ellos algunos chipriotas y cirenenses llegados también a Antioquía la predicaron también a los griegos.

En este episodio encontramos un problema típico de la Iglesia de todos los tiempos: el respeto a las diversas vocaciones y culturas. Algunos se dirigen prioritariamente a los judíos, es decir, a los que ya vivían de la Palabra de Dios en el Antiguo Testamento, para ayudarles a descubrir a Jesucristo. Otros se dirigen prioritariamente a los griegos, es decir, a los paganos que tienen una mentalidad totalmente distinta a la de los judíos.

La Iglesia de Jerusalén envía 
a Bernabé a Antioquía

Esta noticia llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía. No se contentan con fundar nuevas Iglesias locales. Cuidan de incorporarlas a la unidad de la Iglesia. Se crean lazos entre una y otra comunidad, así se envía a Bernabé, que pertenecía a la comunidad de Jerusalén, a la comunidad de Antioquía.

Te ruego, Señor, por la unidad de tu Iglesia. Que cada comunidad esté abierta a las demás. Que ninguna llegue a ser un gheto, un círculo cerrado, un club reservado a sólo algunos. Te ruego, Señor, por la unidad del mundo. Que la Iglesia, en el mundo, sea signo y fermento de unidad entre todos los hombres. 

Cuando llegó y vio la gracia que Dios acordaba a los paganos, se alegró, y exhortó a todos a permanecer fieles al Señor, porque era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de Fe. Bernabé no había trabajado en esa comunidad: sin embargo reconoce lealmente la obra de Dios en ella. Es el mismo Espíritu Santo el que trabaja en todas partes en la Iglesia.

En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos.
«Cristianos» es decir, «hombres de Cristo». Se ha inventado una palabra nueva. Un nombre lleno de exigencias . ¿Soy yo otro Cristo? ¿Soy de veras un cristiano? Reflexiono sobre esta palabra, que expresa mi identidad. O bien, se trata sólo de una etiqueta externa? ¡Oh Cristo, hazme semejante a Ti!

Juan 10,22-30 y Mt 23,8: “No llaméis a nadie padre ni maestro porque uno solo es vuestro Padre y vuestro Maestro”

Juan 10,22-30

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: "¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente." Jesús les respondió: "Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno."

— Comentario por Reflexiones Católicas
Jn 10,22-30 y Mt 23,8: “No llaméis a nadie padre ni maestro porque uno solo es vuestro Padre y vuestro Maestro”

El texto evangélico proclama que Jesús es el buen pastor que dio la vida por sus ovejas. Resucitado, vive y sigue guiando, acompañando y nutriendo a su comunidad. No es el maestro muerto al que sucede otro pastor que puede guiar a su comunidad por otros derroteros según exigencias de los destinatarios. Los otros pastores son sólo mediadores suyos. Jesús había dicho: “No llaméis a nadie “padre” ni “maestro”, porque uno solo es vuestro Padre y vuestro Maestro” (Mt 23,8). 

Pablo insiste en ello ante la tentación de algunos miembros de sus comunidades de considerarles “maestros” con doctrina propia: “¿Qué es Apolo y qué es Pablo? Simples servidores, por medio de los cuales habéis abrazado la fe” (1 Co 3,5). “Nadie puede poner otro fundamento distinto del que ya está puesto, Jesucristo” (1 Co 3,11).

Jesús proclama su protagonismo absoluto en la salvación de sus hermanos: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6); “yo soy la puerta: quien entre por mí, se salvará”; “yo doy vida eterna”.

¿Qué hemos de hacer?, nos preguntamos. No hay, ciertamente, una fórmula mágica para los grandes desafíos de nuestro tiempo. No, no será una fórmula la que nos salve, sino una Persona y la certeza que ella nos infunde: “Yo estoy con vosotros”. No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe y está recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste.

Cuando el cristiano, el grupo o la comunidad cristiana viven centrados en Cristo, gozan de buena salud. Cuando se olvidan de él, les pasa como a Lázaro: “Si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano” (Jn 11,21). Si un cristiano o una comunidad le restan protagonismo a Cristo, languidecen indefectiblemente. El cristiano es un creyente en comunidad para el mundo. 

Juan 10,22-30: Jesús, Hijo de Dios

Juan 10,22-30
Domingo de la 4 Semana de Pascua, ciclo C (10,27-30)
Martes de la 4 Semana de Pascua

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: "¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente." Jesús les respondió: "Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno."

SOBRE EL MISMO TEMA:
Yo y el Padre somos uno
Juan 10,22-30 y Mt 23,8
Yo las conozco y no perecerán para siempre 
Da la vida por sus ovejas
Sin pretensión de dominio

Juan 10,22-30: Yo y el Padre somos uno

Juan 10,22-30

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: "¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente." Jesús les respondió: "Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno."

— Comentario por Reflexiones Católicas 
"Yo y el Padre somos uno"

Es la fiesta de la Dedicación, la que se celebra en Jerusalén durante el período invernal. Jesús pasea por el pórtico de Salomón por el lado oriental, que mira al valle del Cedrón. Se le acercan algunos y le plantean una pregunta sobre su identidad mesiánica (v. 24), una pregunta que tiene la apariencia de un interés sincero, aunque en realidad es insidiosa y provocativa. Jesús responde en dos momentos sucesivos: en primer lugar, sobre el mesiazgo (vv. 25-31) y, a continuación, sobre la divinidad (vv. 32-39).

Estamos ante la magna polémica que enfrentaba a Jesús con sus enemigos. Jesús ya había presentado antes de varios modos sus propias credenciales de Hijo de Dios y de enviado del Padre, especialmente a través de sus obras extraordinarias. Hubieran debido captar su mesiazgo y creer en su misión, pero todo intento había resultado inútil (vv. 25s). Si muchos no aceptan su testimonio, la verdadera razón de ello consiste en el hecho de que no pertenecen a su rebaño. En cambio, quien escucha da pruebas de pertenecer al nuevo pueblo de Dios (vv. 27s). Juan pone en boca de Jesús tres afirmaciones que señalan la identidad de las ovejas y sus características con respecto a Jesús: «Escuchan mi voz», «me siguen» y «no perecerán para siempre».

Los creyentes, que caminan en la verdad y en la luz, tendrán que sufrir, pero la vida de comunión con Cristo, vencedor de la muerte, les da la seguridad de la victoria. Su vida es asimismo para siempre comunión con el Padre, cuya mano, más poderosa que todo, los sostiene y los protege con la donación de su Hijo. La seguridad plena y definitiva que Jesús y el Padre garantizan a los creyentes se fundamenta en su profunda unidad y comunión: «El Padre y yo somos uno» (v. 30).

Nosotros creemos en las obras de Jesús porque Jesús realiza las obras del Padre. Jesús quiere establecer conmigo la misma relación que él tiene con el Padre. Por eso escucho su voz, que es eco de la voluntad del Padre. Por eso le sigo, porque él me conduce al Padre. Por eso me aferro a él, para no perecer nunca, porque sé que me conduce al Padre.

Las afirmaciones de Jesús son imponentes, en especial para un judío: dice que es uno con el Padre, con Dios, con el Altísimo, con el creador del cielo y de la tierra, con el ser que está por encima de todos los otros seres. Estas y otras afirmaciones, particularmente numerosas en el evangelio de Juan, sorprenden, aturden, dejan sin aliento, y así debió de ocurrirles a sus interlocutores.

También hoy le ocurre lo mismo a quien se queda perplejo frente a tamaña pretensión o presunción o luz deslumbrante. Pero Juan no atenúa nada, no hace descuentos; procede sobre la cresta de afirmaciones que dan vértigo, que requieren valor, pero que también permiten «no perecer para siempre». Precisamente porque toman su luminosidad de la luz misma de Dios. 

La Iglesia reconoce el milagro de una hostia sangrante en el Santuario de San Jacek, Polonia


lunes, 18 de abril de 2016

Hechos 11,19-26: Impulso evangelizador

Hechos 11,19-26

En aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los helenistas, anunciándoles la Buena Noticia del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia a la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor. Más tarde, salió para Tarso, en busca de Saulo; lo encontró y se lo llevó a Antioquía. Durante un año fueron huéspedes de aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos.

— Comentario por Reflexiones Católicas 
"Se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles al Señor Jesús"

En 11,19-26 palpamos el irreprimible impulso evangelizador de los primeros cristianos. Aunque de momento parece que nada más que a los judíos, los helenistas, dispersados a raíz del martirio de Esteban, evangelizaban en Fenicia, Chipre y Antioquía. Pero los moradores de Cirene y de Chipre, patria de Bernabé, se decidieron con gran éxito a anunciar «la buena nueva del Señor Jesús» a los mismos griegos incircuncisos de Antioquía (20-21). Los apóstoles eligieron a Bernabé para consolidar esta obra, el cual busca la ayuda eficiente de Pablo, entonces en Tarso y, juntamente con él, organiza sólidamente aquella Iglesia, que fue un poderoso centro de irradiación evangélica y donde por primera vez los discípulos de Jesús fueron llamados «cristianos» (22-26).

El rasgo más llamativo es sin duda la fuerte vocación evangelizadora que manifiesta la Iglesia primitiva. Los helenistas del grupo de Esteban y de los Siete y, sobre todo, figuras como Bernabé y Pablo eran sin duda evangelistas de primera talla, que a la vez procuraban despertar vocaciones y preparar nuevos colaboradores para la tarea del evangelio, que siempre pide más brazos. Todos ellos están en el origen de la dinámica comunidad cristiana de Antioquía, donde hacia los años cuarenta ganarían para la nueva fe al pagano Lucas, médico y hombre de clase culta, el cual llegará a ser colaborador de Pablo y escritor del tercer Evangelio y de los Hechos.

Hechos 11,19-26: Fundación de la Iglesia de Antioquía

Hechos 11,19-26
Martes de la 4 Semana de Pascua

En aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los helenistas, anunciándoles la Buena Noticia del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia a la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor. Más tarde, salió para Tarso, en busca de Saulo; lo encontró y se lo llevó a Antioquía. Durante un año fueron huéspedes de aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos.

SOBRE EL MISMO TEMA:
Impulso evangelizador
Antioquía y Bernabé

Salmo 86,1-3.4-5.6-7: Alabad al Señor, todas las naciones

Martes de la 4 Semana de Pascua

Salmo 86,1-3.4-5.6-7: 
Alabad al Señor, todas las naciones

Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios!
R. Alabad al Señor, todas las naciones

"Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes han nacido allí."
Se dirá de Sión: "Uno por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado."
R. Alabad al Señor, todas las naciones

El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
"Éste ha nacido allí."
Y cantarán mientras danzan:
"Todas mis fuentes están en ti."
R. Alabad al Señor, todas las naciones

domingo, 17 de abril de 2016

Hechos 11,1-18: Informe de Pedro a la Iglesia de Jerusalén

Hechos 11,1-18
Lunes de la 4 Semana de Pascua

En aquellos días, los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro subió a Jerusalén, los partidarios de la circuncisión le reprocharon: "Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos." Pedro entonces se puso a exponerles los hechos por su orden: "Estaba yo orando en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión: Algo que bajaba, una especie de toldo grande, cogido de los cuatro picos, que se descolgaba del cielo hasta donde yo estaba. Miré dentro y vi cuadrúpedos, fieras, reptiles y pájaros. Luego oí una voz que me decía: "Anda, Pedro, mata y come." Yo respondí: "Ni pensarlo, Señor; jamás ha entrado en mi boca nada profano o impuro." La voz del cielo habló de nuevo: "Lo que Dios ha declarado puro, no lo llames tú profano." Esto se repitió tres veces, y de un tirón lo subieron todo al cielo. En aquel preciso momento se presentaron, en la casa donde estábamos, tres hombres que venían de Cesarea con un recado para mí. El Espíritu me dijo que me fuera con ellos sin más. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en casa de aquel hombre. Él nos contó que había visto en su casa al ángel que, en pie, le decía: "Manda recado a Jafa e invita a Simón Pedro a que venga; lo que te diga te traerá la salvación a ti y a tu familia." En cuanto empecé a hablar, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había bajado sobre nosotros al principio; me acordé de lo que había dicho el Señor: "Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo." Pues, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?" Con esto se calmaron y alabaron a Dios diciendo: "También a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida."

Salmo 41,2-3;42,3.4: Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo

Lunes de la 4 Semana de Pascua

Salmo 41,2-3;42,3.4: 
Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo

Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío;
tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
R. Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo

Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.
R. Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo

Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.
R. Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo

Juan 10,1-10: El buen pastor

Juan 10,1-10
Domingo de la 4 Semana de Pascua, Año A
Lunes de la 4 Semana de Pascua

En aquel tiempo, dijo Jesús: "Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños." Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: "Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante."

SOBRE EL MISMO TEMA:
Yo soy la puerta de las ovejas
Personajes de la parábola

Juan 10,1-10: Personajes de la parábola, por M. Dolors Gaja, N.N.


Juan 10,1-10

En aquel tiempo, dijo Jesús "Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a sus voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños." Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: "Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante."

— Comentario por M. Dolors Gaja, M.N.

LA IMAGEN DEL BUEN PASTOR

Es una de las más entrañables para la comunidad cristiana y la primera representación que tenemos de Cristo en el arte paleocristiano.

Nuestra liturgia está llena de referencias al Pastor, así se llaman los obispos y la actividad de la Iglesia es siempre pastoral. Sólo eso ya indica cuán profundamente caló la imagen en los primeros cristianos.

LOS PERSONAJES

En el relato de este domingo aparecen las ovejas, el ladrón, el pastor y el mercenario, es decir el que cuida de las ovejas sólo por dinero. Veamos cada uno de ellos.

LAS OVEJAS

De ellas se nos dan varias características que, por supuesto, debemos aplicarnos. Han sido llamadas al redil. Un redil al cual se accede por una puerta – el bautismo-   Pero no están llamadas a permanecer cómodamente en el redil sino a salir fuera, ir a los márgenes (como dice el Papa) porque el Pastor tampoco se queda entre los suyos sino que sale, busca otras ovejas “que no son de este redil” pues desea “que sean uno” y que haya “un solo rebaño”. La evangelización es tarea de todos sabiendo siempre que es Jesús el que va delante, el que guía nuestra acción.

Las ovejas escuchan la voz de su Pastor, conocen el timbre y el tono de su voz y sólo le siguen a Él. De los extraños huyen pues conocen el amor de su Pastor y le son fieles. Se saben conocidas por su Pastor que las llama una a una y conoce su nombre, conoce su interioridad. Y ellas conocen al Pastor. ¡Qué definición tan bonita del cristiano! Es aquel que experimenta cómo Dios le conoce totalmente y, pese a todo, le ama entrañablemente; y por eso lo “conocen” y conociéndolo no pueden dejar de amarlo.

Pregúntate: ¿tengo conocimiento interno de Jesús? ¿Conozco, además de su vida, sus deseos, sus sentimientos, su dolor? ¿Distingo en mi vida diaria la voz de Jesús que me llama dulcemente por mi nombre? ¿rechazo por instinto otras voces?

EL LADRÓN

Los ladrones se cuelan en nuestra vida y, según este texto, “roban, matan y destruyen”. Que es lo que hace todo lo que nos aleja de Jesús, que es la Vida. Si siempre tuviera claro nuestro corazón quién es Pastor de vida y quién Pastor de Muerte, todo sería fácil. Pero con frecuencia las apariencias nos engañan…

EL MERCENARIO

Con apariencia de buen pastor es pastor de muerte. Porque es un asalariado que no ama más que el dinero y en caso de peligro, huye. Podríamos preguntarnos quizá si alguna vez actuamos como mercenarios, si dejamos de lado las personas que no responden a nuestras expectativas, si abandonamos el grupo cuando pasa por momentos difíciles, si sólo nos apuntamos a lo exitoso…Todos hemos sido mercenarios alguna vez. Reconocerlo es comenzar a dejar de serlo.

EL BUEN PASTOR

Entra por la puerta, conoce a las ovejas, las llama a cada una por su nombre, las guía a mejores pastos…Y después de todos estos actos que demuestran familiaridad y amor, llega la prueba final de éste: “Doy la vida por mis ovejas…y por las que todavía no son de este redil. Nadie me quita mi vida, la doy libremente”.

´Los primeros cristianos veían en este relato la transparencia de la pasión de Cristo. “Como oveja llevada al matadero…” Ese Pastor que va delante es a la vez oveja que sigue la Voluntad del padre y se entrega por nosotros. Es, en realidad, el Cordero de Dios. Jesús recitó toda su vida el salmo 23 para hablar con su Padre: “El Señor es mi pastor nada me falta….”

Nosotros lo recitamos pensando en Jesús. Léelo con calma y óralo:

El Señor es mi pastor, nada me falta.
En prados de hierba fresca me hace reposar,
me conduce junto a fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el camino justo,
haciendo honor a su Nombre.
Aunque pase por un valle tenebroso,
ningún mal temeré,
porque Tú estás conmigo.

Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
Me preparas un banquete
en frente de mis enemigos,
perfumas con ungüento mi cabeza
y mi copa rebosa.

Tu amor y tu bondad me acompañan
todos los días de mi vida;
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

Concluimos el comentario con una oración de San Gregorio:

«¿Dónde pastoreas, Pastor bueno, tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey? Muéstrame el lugar de tu reposo, guíame hasta el pasto nutritivo; llámame por mi nombre, para que yo escuche tu voz, y tu voz me dé la vida eterna. "Muéstrame, amor de mi alma, dónde pastoreas". Te nombro de este modo porque tu nombre supera cualquier otro nombre y cualquier inteligencia; de tal manera que ningún ser racional es capaz de pronunciarlo o de comprenderlo. Este nombre, expresión de tu bondad, expresa el amor de mi alma hacia ti. ¿Cómo puedo dejar de amarte a ti, que de tal manera me has amado que has entregado tu vida por mí? No puede imaginarse un amor superior a este: el de dar la vida para mi salvación». (S. Gregorio de Nisa. Homilía 2 sobre el Cantar de los Cantares)

Juan 10,1-10: Yo soy la puerta de las ovejas

Juan 10,1-10

En aquel tiempo, dijo Jesús: "Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños." Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: "Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante."

— Comentario por Reflexiones Católicas:
"Yo soy la puerta de las ovejas" 

Como ilustración de esta frase, a menudo, sobre la puerta de las catedrales góticas hay una imagen de Cristo o una representación del texto evangélico. Pero no a todo el mundo le gusta oír que a Dios sólo se llega por Cristo. Muchos prefieren creer en lo que dice una poesía del autor alemán Gotthold Ephraim Lessing:

"El califa musulmán le preguntó al sabio Nathan, un rico hebreo, cuál era la mejor fe: la de los musulmanes, la de los cristianos, o la de los judíos. Es una pregunta-trampa: cualquier respuesta corre el riesgo de ofender o de ser hipócrita para con la propia fe. Pero Nathan resolvió el problema con un cuento. Un padre de tres hijos tenía un anillo muy valioso. ¿A cuál de los tres dárselo? Ordenó hacer dos anillos parecidos al original y le dio uno a cada hijo, diciéndole en secreto a cada uno de ellos que había recibido el verdadero".

¿Cuál es la enseñanza? Cada uno se salvará según su fe en Moisés, Mahoma o Cristo. Nosotros, los cristianos, no queremos ser menos tolerantes que Nathan, pero creemos que el camino que conduce a Dios es exclusivamente el de Cristo, Reconocemos, sin embargo, que todos, incluso los que no lo conocen, están misteriosamente unidos a Él, porque El quiere salvar a todos aquellos que obran el bien.

Él llama a sus ovejas una por una. Se acostumbra a poner un nombre a los animales domésticos como señal de que son nuestros, que son de casa, de la familia. Para los judíos, poner un nombre a alguien significaba someterlo. En el Génesis, Dios conduce a todos los animales donde Adán para que les ponga nombre; de este modo, se convierte en su señor y ellos deben servirle (Gn 2,19).

Dios le cambia el nombre a Abrahán (Gn 17,3) y a Simón Pedro Jn 1,42): el nombre expresa la vocación que han recibido. También los religiosos, aún hoy, pueden cambiarse el nombre cuando entran en el monasterio. Cuando Cristo dice que llama a las ovejas una por una, significa que a cada uno de nosotros nos da una misión precisa e irrepetible. En el reino de Dios cada uno es una pequeña piedra dentro de un gran mosaico. Es nuestro deber no estropear el diseño completo.

El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. El robo de animales es muy frecuente entre los beduinos. Es bastante fácil envenenar al perro guardián, cargar las ovejas en un carro y desaparecer en el desierto. En la vida espiritual se representa al maligno como el ladrón.

Efectivamente, el diablo no posee nada suyo: todo lo que existe ha sido creado por Dios, y él sólo puede apropiarse de ello mediante el robo. Él le roba a Dios muchas almas, y cada uno de nosotros, si considera su propia experiencia, puede ver la cantidad de momentos hermosos de nuestra vida que han sido usurpados por el maligno. Podíamos haber hecho tanto bien y, en cambio, hemos perdido un tiempo precioso como hijos pródigos (Lc 15).

Se dice que el tiempo es oro, y por eso nadie quiere que se lo roben. Podemos parafrasear esto diciendo que el tiempo es oportunidad para hacer el bien, pero constantemente hay alguien que está al acecho para robárnoslo y hacérnoslo pagar con intereses. Hay que estar siempre en alerta para que toda elección, toda acción, todo pensamiento, pase sólo por el corazón, por la verdadera puerta que es Cristo. 

Juan 10,27-30: Sin pretensión de dominio o sometimiento

Juan 10,27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús: "Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno."

— Comentario por Reflexiones Católicas

En el Discurso del buen pastor prosigue y profundiza Jesús en la autorrevelación mesiánica: mientras, en la primera parte (vv. 1-10), se define como el pastor contrapuesto a los «ladrones y salteadores», en el fragmento de la liturgia de hoy se pone la atención en el adjetivo «buen> (lit., «bello»), que califica a Jesús como el pastor ideal, modelo de los pastores, es decir, de los guías espirituales y políticos del rebaño de Israel (cf. Sal 23 y 79). En este caso, la figura que se le contrapone es la del «asalariado» (v. 12).

El verdadero pastor y el asalariado

El diferente modo de proceder de cada uno permite distinguir entre el verdadero pastor y el asalariado. El primero no huye cuando llega el peligro, no abandona el rebaño, mientras que el segundo —que actúa por su interés personal— sólo tiene en cuenta salvar su propia vida y sus intereses. Sin embargo, hemos de subrayar también otro aspecto: el buen pastor que es Jesús llega incluso a ofrecer su vida no sólo a través del trabajo diario, sino a través de la muerte aceptada por sus ovejas, en su lugar, demostrando así ponerlas por delante de sí mismo de manera absoluta. Eso no lo hace ningún pastor de ganado. Esta semejanza ilumina sobre todo el amor de Dios, cuya realidad, no obstante, sigue siendo inexpresable.

"Las" ovejas

El amor del buen pastor que aparece en los vv. 14s está expresado sobre todo en términos de «conocimiento», o sea, de comunión profunda entre Jesús y sus ovejas. Este es el reverbero transparente de la relación que existe entre el Padre y Jesús, una relación de entrega absoluta y desinteresada que se difunde y rebosa sobre los otros: «Lo mismo que mi Padre me conoce a mí y yo le conozco a él; y yo doy mi vida por las ovejas». Jesús no habla aquí de «sus» ovejas, sino de «las» (todas) ovejas, aludiendo así a su misión respecto a toda la humanidad, que ha venido a reunir para volver a llevarla al Padre, como esposa toda bella, sin arruga ni mancha.

Jesús se presenta como el buen pastor, pero hoy son pocos los que desean asumir el papel de «oveja», y menos aún el de oveja dócil. Menos todavía pertenecer a un rebaño. Existe en nuestros días una alergia innata a formar parte de un rebaño conducido por otros. ¿Se deberá al sentido de la dignidad personal? ¿Será la conciencia de los derechos de la persona? ¿Será la cultura democrática la que nos impide aceptar de buen grado esta imagen —pastoral, es cierto, aunque también paternalista—? Una imagen contaminada además por recuerdos o por relatos de abusos por parte de pastores que han «esquilado» al rebaño, en vez de apacentarlo con benevolencia y discreción, por el recuerdo de no lejanos guías políticos que engañaron a las masas con discursos fascinantes y trágicos.

Sin pretensión de dominio o sometimiento

Jesús, sin embargo, se presenta como el pastor de los “pastos eternos” que conoce senderos que ningún otro conoce, que muestra de un modo bastante eficaz que es un pastor diferente, que no se limita a decir, sino que «llega a entregar su vida» para avalar su petición de convertirse en guía verdadero y bueno hacia las metas definitivas. No hay por su parte ninguna pretensión de dominio, ninguna petición de sometimiento, ninguna condición de renuncia a nuestra propia dignidad. Sólo pide que nos fiemos de él, que nos confiemos a él, para llegar a la meta. Está tan desprendido de todo poder, tan entregado a su acción de guía manso y seguro, que entrega su propia vida por las ovejas. Por mí, de un modo particular y eficaz desde ahora, en la medida en que deseo ser guiado por él hacia la vida eterna.

Juan 10,27-30: Da la vida por sus ovejas, por el P. Raniero Cantalamessa

Juan 10,27-30  

En aquel tiempo, dijo Jesús: "Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno."

— Comentario por el P. Raniero Cantalamessa

En los tres ciclos litúrgicos, el IV domingo de Pascua presenta un pasaje del Evangelio de Juan sobre el buen pastor. Después de habernos conducido, el domingo pasado, entre los pescadores, el Evangelio nos conduce entre los pastores. Dos categorías de igual importancia en los evangelios. De una deriva el título de «pescadores de hombres», de otra el de «pastores de almas», dado a los apóstoles.

La mayor parte de Judea era un altiplano de suelo áspero y pedregoso, más adecuado al pastoreo que a la agricultura. La hierba era escasa y el rebaño debía trasladarse continuamente, no había cercados y esto requería la constante presencia del pastor entre la grey. Un viajero del siglo pasado nos dejó un retrato del pastor de la Palestina de entonces: «Cuando lo ves en un elevado pastizal, insomne, con la mirada que escruta la lejanía, expuesto a las intemperies, apoyado en su vara, siempre atento a los movimientos del rebaño, entiendes por qué el pastor adquirió tal importancia en la historia de Israel que se le dio este título a su rey y Cristo lo asumió como emblema y sacrificio de sí».

En el Antiguo Testamento Dios mismo es representado como pastor de su pueblo: «El Señor es mi pastor, nada me falta» (Sal 23,1). «Él es nuestro Dios y nosotros el pueblo de su pasto» (Sal 95,7). El futuro Mesías también es descrito con la imagen del pastor: «Como pastor pastorea su rebaño; recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva y trata con cuidado a las paridas» (Is 40,11). Esta imagen ideal de pastor encuentra su plena realización en Cristo. Él es el buen pastor que va en busca de la oveja extraviada; se apiada del pueblo porque lo ve «como ovejas sin pastor» (Mt 9,36); llama a sus discípulos «el pequeño rebaño» (Lc 12, 32). Pedro llama a Jesús «el pastor de nuestras almas» (1 P 2, 25) y la Carta a los Hebreos «el gran pastor de las ovejas» (Hb 13,20).

De Jesús buen pastor el pasaje evangélico de este domingo subraya algunas características. La primera se refiere al conocimiento recíproco entre ovejas y pastor: «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen». En ciertos países de Europa, las ovejas se crían especialmente por la carne; en Israel se criaban sobre todo por la lana y la leche. Por ello permanecían años y años en compañía del pastor, quien acaba por conocer el carácter de cada una y llamarla con algún afectuoso apodo.

Está claro lo que Jesús quiere decir con estas imágenes. Él conoce a sus discípulos (y, en cuanto Dios, a todos los hombres); les conoce «por su nombre», que para la Biblia quiere decir en su esencia más íntima. Él les ama con un amor personal que llega a cada uno como si fuera el único que existe ante Él. Cristo no sabe contar más que hasta uno: y ese uno es cada uno de nosotros.

Otra cosa nos dice del buen pastor el pasaje del Evangelio del día. Él da la vida a las ovejas y por las ovejas y nadie podrá arrebatárselas. La pesadilla de los pastores de Israel eran las salvajes bestias –lobos y hienas- y los salteadores. En lugares tan aislados constituían una amenaza constante. Era el momento en que se evidenciaba la diferencia entre el verdadero pastor –el que apacienta las ovejas de la familia, quien tiene la vocación de pastor- y el asalariado que se pone al servicio de algún pastor sólo por la paga que recibe de él, pero que no ama, e incluso frecuentemente odia a las ovejas. Frente al peligro, el mercenario huye y deja a las ovejas a merced del lobo o del malhechor; el verdadero pastor afronta valientemente el peligro para salvar el rebaño. Esto explica por qué la liturgia nos propone el Evangelio del buen pastor en el tiempo pascual: la Pascua ha sido el momento en que Cristo ha demostrado ser el buen pastor que da la vida por sus ovejas. 

Juan 10,27-30: Yo las conozco y no perecerán para siempre

Juan 10,27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús: "Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno."

— Comentario por la Orden Carmelitana

Una clave de lectura:

El pasaje de la liturgia de este domingo está sacado del capítulo 10 de Juan, un discurso de Jesús durante la fiesta judía de la dedicación del Templo de Jerusalén que acaecía a finales de diciembre (durante la cual se conmemoraba la reconsagración del Templo violado por los sirios-helenistas por obra de Judas Macabeo en el 164 a.C).

Las palabras de Jesús sobre la relación entre el Pastor (Cristo) y las ovejas (la Iglesia) pertenecen a un verdadero y propio debate entre Jesús y los judíos. Estos hacen a Jesús una pregunta clara y piden una respuesta también clara y pública: «Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente» (10,24). 

Juan presenta, otras veces, a los judíos que pretenden arrancar a Jesús una afirmación clara sobre su identidad (2,18; 5,16; 8,25). Una petición de este tipo, los Sinópticos la presentan durante el proceso ante el Sanedrín (Mt 26,63; Mc 14,61; Lc 22,67).

La respuesta de Jesús se presenta en dos momentos (vv. 25-31 e 32-39). Consideramos brevemente el contexto donde se inserta la primera, que es la de nuestro texto litúrgico.

Los judíos no comprendieron la parábola del buen pastor (Jn 10,1-21) y piden ahora a Jesús una declaración más clara de su identidad. El motivo de su incredulidad no es por sí mismo un motivo de búsqueda, sino que en su cerrazón mental rechazan pertenecer a sus ovejas. Puede ser iluminadora una expresión análoga de Jesús en Mc 4,11: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas». Las palabras de Jesús solamente son luz para el que vive dentro de la comunidad, para aquél que decide quedarse fuera solamente es un enigma que desconcierta. A la incredulidad de los judíos, Jesús contrapone el comportamiento de aquellos que le pertenecen y que el Padre les ha dado; también su relación con ellos.

Los oyentes, a los que Jesús dirige su palabra, era un pueblo de pastores. Es evidente que la parábola es entendida desde el punto de vista de un hombre que comparte casi todo con su rebaño. Él lo conoce: ve cada una de sus cualidades y de sus defectos; también las ovejas conocen a su guía: responden a su voz y a sus indicaciones.

i) Las ovejas de Jesús escuchan su voz: no se trata sólo de una escucha externa (3,5; 5,37) sino de una escucha atenta (5,28; 10,3), hasta la escucha obediente (10,16.27; 18,37; 5,25). En el discurso del buen pastor esta escucha expresa la confianza y la unión de las ovejas al pastor (10,4). El adjetivo «mías» no indica solamente la simple posesión de las ovejas, sino que pone en evidencia que las ovejas le pertenecen, y le pertenecen en cuanto que Él es el propietario (10,12).

ii) He aquí, pues, que se establece una relación íntima entre Jesús y las ovejas: «y yo las conozco» no se trata de un conocimiento intelectual; en el sentido bíblico “conocer a alguien” significa, sobre todo, tener una relación personal con él, vivir en cierto sentido en comunión con él. Un conocimiento que no excluye los trazos humanos de la simpatía, amor, comunión de naturaleza.

iii) En virtud de este conocimiento de amor, el Pastor invita a los suyos a seguirlo. La escucha de la palabra comporta un discernimiento, para que entre todas las voces posibles, elijan la que corresponde a una persona concreta (Jesús). Como consecuencia de este discernimiento, la respuesta se hace activa, personal y se convierte en obediencia. Esta proviene de la escucha. Por lo tanto, entre la escucha y la secuela del Pastor está conocer a Jesús.

El conocimiento de Jesús hacia sus ovejas abre un itinerario que conduce al amor: «Yo les doy la vida eterna». Para el evangelista la vida es el don de la comunión con Dios. Mientras en los sinópticos la ‘vida’ o ‘vida eterna’ está unida al futuro; en el evangelio de Juan está unida a una posesión actual. Éste aspecto se repite con frecuencia en la narración de Juan: « El que cree en el Hijo tiene vida eterna» (3,36); «En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna» (5,24; 6,47).

La relación de amor de Jesús se concretiza por la experiencia de protección que el hombre experimenta: se dice que las ovejas « no perecerán jamás». Quizás una alusión a la perdición eterna. Y se añade que «nadie las arrebatará». Tal expresión sugiere el papel de la mano de Dios y de Cristo que impiden a los corazones de las personas ser arrebatadas por otras fuerzas negativas. En la Biblia, la mano, en algunos contextos, es una metáfora que indica la fuerza de Dios que protege (Dt 33,3; Sal 31,6). Por otra parte, el verbo «arrebatar» (harpázō) sugiere la idea que la comunidad de discípulos no estará exenta de los ataques del mal y de las tentaciones. Pero la expresión «nadie las arrebatará» indica la presencia de Cristo que asegura a la comunidad la certeza de una estabilidad granítica que le permite superar toda tentación de miedo.

Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración

i) La primera actitud que la palabra de Jesús ha puesto en evidencia es que el hombre debe “escuchar”. Este verbo en el lenguaje bíblico está lleno de resonancias: implica la adhesión alegre al contenido de lo que se escucha, la obediencia a la persona que habla, la elección de vida de Aquél que se dirige a nosotros. ¿Eres un hombre inmerso en la escucha de Dios? ¿Hay espacios en tu vida diaria que dedicas, de modo particular, a la escucha de la Palabra de Dios?

ii) El diálogo o comunicación íntima entre Cristo y tú se define en el evangelio de la liturgia de hoy con un gran verbo bíblico, «conocer». Éste implica a todo el ser del hombre: la mente, el corazón, la voluntad. Tu conocimiento de Cristo ¿se limita a un conocimiento teórico-abstracto o te dejas transformar y guiar por su voz en el camino de tu vida?

iii) El hombre que ha escuchado y conocido a Dios «sigue» a Cristo come único guía de su vida. Tu seguimiento diario ¿es continuo? ¿Aún cuando en el horizonte aparece la pesadilla de otras voces e ideologías que tratan de separarte de la comunión con Dios?

iv) En la meditación del evangelio de hoy aparecen otros dos verbos: nosotros no «pereceremos» y nadie nos podrá «arrebatar» de la presencia de Cristo que protege nuestra vida. Es esto lo que fundamenta y motiva nuestra seguridad cotidiana. Tal idea se expresa de modo luminoso en Pablo: «Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro » (Rom 8,38-39).

v) Las palabras de Jesús «Yo les doy vida eterna» te aseguran que la meta de tu camino, como creyente, no es oscura ni incierta. Para ti, ¿la vida eterna hace referencia a la cantidad de años que puedes vivir o, por el contrario, es un reclamo a la comunión de vida con el mismo Dios? ¿Es motivo de alegría para ti experimentar la compañía de Dios en tu vida?