jueves, 30 de junio de 2016

JUEVES DE LA 13 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año II

Amós 7,10-17
Salmo 19 (18), 8,9,10,11: 
Los mandamientos del Señor son verdaderos 
y enteramente justos
Mateo 9,1-8

Amós 7,10-17

En aquellos días, Amasías, sacerdote de Casa-de-Dios, envió un mensaje a Jeroboam, rey de Israel: «Amós conjura contra ti en medio de Israel; la tierra ya no puede soportar sus palabras. Porque así predica Amós: "Morirá a espada Jeroboam. Israel saldrá de su país al destierro."»
Dijo Amasías a Amós: «Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá; come allí tu pan y profetiza allí. No vuelvas a profetizar en Casa-de-Dios, porque es el santuario real, el templo del país.»
Respondió Amós: «No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo de Israel." Y, ahora, escucha la palabra del Señor: Tú dices: "No profetices contra la casa de Israel, no prediques contra la casa de Isaac." Pues bien, así dice el Señor: "Tu mujer será deshonrada en la ciudad, tus hijos e hijas caerán a espada; tu tierra será repartida a cordel, tú morirás en tierra pagana, Israel saldrá de su país al destierro."»

Salmo 19 (18), 8,9,10,11: 
R. Los mandamientos del Señor son verdaderos 
y enteramente justos

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.
R. Los mandamientos del Señor son verdaderos 
y enteramente justos

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
R. Los mandamientos del Señor son verdaderos 
y enteramente justos

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
R. Los mandamientos del Señor son verdaderos 
y enteramente justos

Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.
R. Los mandamientos del Señor son verdaderos 
y enteramente justos

Mateo 9,1-8

En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:
— ¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.
Algunos de los escribas se dijeron:
— Éste blasfema.
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
— ¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: "Tus pecados están perdonados", o decir: "Levántate y anda"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados.
Dijo, dirigiéndose al paralítico:
— Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa.
Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.

miércoles, 29 de junio de 2016

29 de junio: SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES (Lecturas)

Hechos 12,1-11
Salmo 33,2-3.4-5.6-7.8-9:
El Señor me libró de todas mis ansias
2 Timoteo 4,6-8.17-18
Mateo 16,13-19

Hechos 12,1-11

En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él. La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo: "Date prisa, levántate." Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió: "Ponte el cinturón y las sandalias." Obedeció, y el ángel le dijo: "Échate el manto y sígueme." Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel. Pedro recapacitó y dijo: "Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos."

Salmo 33,2-3.4-5.6-7.8-9:
El Señor me libró de todas mis ansias

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
R. El Señor me libró de todas mis ansias

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.
R. El Señor me libró de todas mis ansias

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias.
R. El Señor me libró de todas mis ansias

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protégé.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
R. El Señor me libró de todas mis ansias

2 Timoteo 4,6-8.17-18

Querido hermano: Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Mateo 16,13-19

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?" Ellos contestaron: "Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas." Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Simón Pedro tomó la palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo." Jesús le respondió: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo."

martes, 28 de junio de 2016

MARTES DE LA 13 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo II (Lecturas)

Amós 3,1-8; 4,11-12
Salmo 5,5-8: Señor, guíame con tu justicia
Mateo 8,23-27

Amós 3, 1-8; 4, 11-12

Escuchad esta palabra que dice el Señor, hijos de Israel, a todas las familias que saqué de Egipto: "A vosotros solos os escogí, entre todas las familias de la tierra; por eso os tomaré cuentas por vuestros pecados. ¿Caminan juntos dos que no se conocen? ¿Ruge el león en la espesura sin tener presa? ¿Alza su voz el cachorro en la guarida sin haber cazado? ¿Cae el pájaro por tierra si no hay una trampa? ¿Salta la trampa del suelo sin haber atrapado? ¿Suena la trompeta en la ciudad sin que el pueblo se alarme? ¿Sucede una desgracia en la ciudad que no la mande el Señor? Que no hará cosa el Señor sin revelar su plan a sus siervos, los profetas. Ruge el león, ¿quién no teme? Habla el Señor, ¿quién no profetiza? Os envié una catástrofe como la de Sodoma y Gomorra, y fuisteis como tizón salvado del incendio, pero no os convertisteis a mí -oráculo del Señor-. Por eso, así te voy a tratar, Israel, y, porque así te voy a tratar, prepárate a encararte con tu Dios."

Salmo 5,5-8: Señor, guíame con tu justicia

Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
R. Señor, guíame con tu justicia

Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
R. Señor, guíame con tu justicia

Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.
R. Señor, guíame con tu justicia

Mateo 8,23-27

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!» Él les dijo: «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!» Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma. Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»

Mateo 8,23-27: "¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!"

Mateo 8,23-27
Martes de la 13 Semana del Tiempo Ordinario, año I y II

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!» Él les dijo: «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!» Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma. Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»

Salmo 5: No eres un Dios que ame la maldad

Salmo 5
Martes de la 13 Semana del Tiempo Ordinario, año II

No eres un Dios que ame la maldad
5:1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo de David
5:2 Señor, escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos;
5:3 oye mi clamor, mi Rey y mi Dios,
porque te estoy suplicando.
5:4 Señor, de madrugada ya escuchas mi voz:
por la mañana te expongo mi causa
y espero tu respuesta.
5:5 Tú no eres un Dios que ama la maldad;
ningún impío será tu huésped,
5:6 ni los orgullosos podrán resistir
delante de tu mirada.
Tú detestas a los que hacen el mal
5:7 y destruyes a los mentirosos.
¡Al hombre sanguinario y traicionero
lo abomina el Señor!
5:8 Pero yo, por tu inmensa bondad,
llego hasta tu Casa,
y me postro ante tu santo Templo
con profundo temor.
5:9 Guíame, Señor, por tu justicia,
porque tengo muchos enemigos:
ábreme un camino llano.
5:10 En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
aunque adulan con la lengua.
5:11 Castígalos, Señor, como culpables,
que fracasen sus intrigas;
expúlsalo por sus muchos crímenes,
porque se han rebelado contra ti.
5:12 Así se alegrarán los que en ti se refugian
y siempre cantarán jubilosos;
tú proteges a los que aman tu Nombre,
y ellos se llenarán de gozo.
5:13 Porque tú, Señor, bendices al justo,
como un escudo lo cubre tu favor.

lunes, 27 de junio de 2016

LUNES DE LA 13 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año II (Lecturas)

Amós 2, 6-10.13-16
Salmo 50 (49):16bc-17,18-19,20-21,22-23:
Atención, los que olvidáis a Dios
Mateo 8, 18-22

Amós 2, 6-10.13-16

Así dice el Señor: "A Israel, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias; revuelcan en el polvo al desvalido y tuercen el proceso del indigente. Padre e hijo van juntos a una mujer, profanando mi santo nombre; se acuestan sobre ropas dejadas en fianza, junto a cualquier altar, beben vino de multas en el templo de su Dios. Yo destruí a los amorreos al llegar ellos; eran altos como cedros, fuertes como encinas; destruí arriba el fruto, abajo la raíz. Yo os saqué de Egipto, os conduje por el desierto cuarenta años, para que conquistarais el país amorreo. Pues mirad, yo os aplastaré en el suelo, como un carro cargado de gavillas; el más veloz no logrará huir, el más fuerte no sacará fuerzas, el soldado no salvará la vida; el arquero no resistirá, el más ágil no se salvará, el jinete no salvará la vida; el más valiente entre los soldados huirá desnudo aquel día." Oráculo del Señor.

Salmo 50 (49):16bc-17,18-19,20-21,22-23:
Atención, los que olvidáis a Dios

"¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?"
R. Atención, los que olvidáis a Dios

"Cuando ves un ladrón, corres con él;
te mezclas con los adúlteros;
sueltas tu lengua para el mal,
tu boca urde el engaño."
R. Atención, los que olvidáis a Dios

"Te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara."
R. Atención, los que olvidáis a Dios

"Atención, los que olvidáis a Dios,
no sea que os destroce sin remedio.
El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios."
R. Atención, los que olvidáis a Dios

Mateo 8,18-22

En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla. Se le acercó un letrado y le dijo: "Maestro, te seguiré a donde vayas". Jesús le respondió: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Otro, que era discípulo, le dijo: "Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos".

Salmo 50 (49):16bc-17,18-19,20-21,22-23: Atención, los que olvidáis a Dios

Salmo 50 (49):16bc-17,18-19,20-21,22-23:
Atención, los que olvidáis a Dios
Lunes de la 13 Semana del Tiempo Ordinario, año II

"¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?"
R. Atención, los que olvidáis a Dios

"Cuando ves un ladrón, corres con él;
te mezclas con los adúlteros;
sueltas tu lengua para el mal,
tu boca urde el engaño."
R. Atención, los que olvidáis a Dios

"Te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara."
R. Atención, los que olvidáis a Dios

"Atención, los que olvidáis a Dios,
no sea que os destroce sin remedio.
El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios."
R. Atención, los que olvidáis a Dios  

EL SALMO 50 (49)    

Salmo 50 (49)

Salmo 50 (49)
Lunes de la 13 Semana del Tiempo Ordinario, Año II

El Señor, Juez de su Pueblo
50:1 Salmo de Asaf
El Dios de los dioses, el Señor,
habla para convocar a la tierra
desde la salida del sol hasta el ocaso.
50:2 El Señor resplandece desde Sión,
que es el dechado de toda hermosura:
50:3 ya viene nuestro Dios, y no callará;
un fuego devorador lo precede,
la tempestad ruge a su alrededor.
50:4 Él llama desde lo alto al cielo y a la tierra,
para entablar un juicio contra su pueblo:
50:5 "Reúnanme a mis amigos,
a los que sellaron mi alianza con un sacrificio".
50:6 ¡Que el cielo proclame su justicia,
porque el Señor es el único Juez! Pausa

Ineficacia del culto puramente exterior
50:7 "Escucha, pueblo mío, yo te hablo;
Israel, voy a alegar contra ti:
yo soy el Señor, tu Dios.
50:8 No te acuso por tus sacrificios:
¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!
50:9 Pero yo no necesito los novillos de tu casa
ni los cabritos de tus corrales.
50:10 Porque son mías todas las fieras de la selva,
y también el ganado de las montañas más altas.
50:11 Yo conozco los pájaros de los montes
y tengo ante mí todos los animales del campo.
50:12 Si tuviera hambre, no te lo diría,
porque es mío el mundo y todo lo que hay en él.
50:13 ¿Acaso voy a comer la carne de los toros
o a beber la sangre de los cabritos?
50:14 Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza
y cumple tus votos al Altísimo;
50:15 invócame en los momentos de peligro:
yo te libraré, y tú me glorificarás".

El motivo de la acusación divina
50:16 Dios dice al malvado:
"¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos
y a mencionar mi alianza con tu boca,
50:17 tú, que aborreces toda enseñanza
y te despreocupas de mis palabras?
50:18 Si ves a un ladrón, tratas de emularlo;
haces causa común con los adúlteros;
50:19 hablas mal sin ningún reparo
y tramas engaños con tu lengua;
50:20 te sientas a conversar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu propia madre.
50:21 Haces esto, ¿y yo me voy a callar?
¿Piensas acaso que soy como tú?
Te acusaré y te argüiré cara a cara.
50:22 Entiendan bien esto, los que olvidan a Dios,
no sea que yo los destruya sin remedio.
50:23 El que ofrece sacrificios de alabanza,
me honra de verdad;
y al que va por el buen camino,
le haré gustar la salvación de Dios".

SOBRE EL SALMO 50 (49):  
Sobre el culto y una sociedad fraterna  

Retrato físico y moral de San José Manyanet

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Mateo 8,18-22: Exigencias de la vocación apostólica

Mateo 8,18-22 (Cf. Lucas 9,57-62)
Lunes de la 13 Semana del Tiempo Ordinario, año I y II

En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla. Se le acercó un letrado y le dijo: "Maestro, te seguiré a donde vayas". Jesús le respondió: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Otro, que era discípulo, le dijo: "Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos".

sábado, 25 de junio de 2016

DOMINGO DE LA 13 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año C: Vuestra vocación es la libertad, por Mons. Francisco González, S.F.



Comentario de Mons. Francisco González SF

Con este decimotercer domingo del tiempo ordinario entramos en esos capítulos del evangelio de San Lucas que nos narran el camino de Jesús a Jerusalén. Este tema va a servirnos casi hasta el final del año litúrgico.

Debemos darnos cuenta, también, de que aunque Jesús sube a Jerusalén de una forma real, este camino o viaje es más teológico que geográfico, se habla de lugares, principalmente es un camino que nos habla del Reino y por eso, en nuestra reflexión, pensemos que "el camino" es un tiempo para el servicio, para el ministerio y también para la práctica de los valores que el Señor va proponiendo a sus discípulos.

En el evangelio nos encontramos que Jesús ha hecho una decisión irrevocable: subir a Jerusalén. En este trayecto encontramos, entre otras cosas, las enseñanzas de Jesús acerca del discipulado. Las que hoy nos presenta son radicales en plenitud, y, para algunos de nosotros un tanto sentimentales o no del todo comprometidos, nos pueden parecer como casi inhumanas.

Jesús regaña a Santiago y Juan por su actitud un tanto violenta para responder al rechazo de los samaritanos de darles albergue, sin darse cuenta que posiblemente fueron ellos dos los causantes del rechazo por haber presentado a Jesús en una forma errónea, pues el Maestro subía a Jerusalén para enfrentarse a los líderes, no para compartir con ellos un poderío mesiánico.

Al que le quiere seguir, Jesús le recuerda que “las zorras tienen madriguera y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza”. El discípulo, según Jesús, debe estar dispuesto a la inseguridad, inseguridad que le viene de estar siempre “en camino”, de un continuo “éxodo” de sí mismo hacia Dios y los demás.

A un segundo, Jesús mismo le llama y le dice: sígueme. El hombre le pide algo que a primera vista es muy humano, e incluso algo que le exige la ley. Varias interpretaciones se han hecho de este pasaje, podríamos decir que para Jesús, cuando se trata de una llamada por el Reino, las costumbres sociales y todo lo demás pasa a segundo término. Tal vez, la figura del padre representa el pasado con el que hay que romper si uno quiere de veras seguir en la vida nueva que nos da el Señor.

Por último, otro se decide seguir a Jesús, sin embargo pide un tiempo para despedirse de los suyos. Jesús contesta con una frase de la que se ha hecho uso y abuso: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el Reino de Dios”. En la primera lectura Elías permite a Eliseo el despedirse de los suyos.

Jesús, por el contrario, como dice un autor moderno, parece como si quisiera poner las cosas difíciles para sus seguidores, como si los quisiera disuadir: a uno le habla de las necesidades que tendrá que pasar; a otro le recuerda que las obligaciones del Reino superan en importancia a los compromisos de la sangre, y a un tercero le hace ver, que si dice que sí, esa es una respuesta definitiva e irrevocable.

La radicalidad de Jesús debe expresarse con plena libertad, como nos recuerda San Pablo en la segunda lectura: “Hermanos, vuestra vocación es la libertad”.

La carta a los Gálatas, o carta de la libertad cristiana, nos recuerda que la verdadera libertad “no se realiza en la mera ausencia de todo lo que coarta o reduzca, sino en la entrega de esa libertad para algo que dé sentido a la vida. (J. Gafo)

La libertad, el gran don que Dios nos da, junto con el amor que nosotros ofrecemos, son pilares esenciales para seguir a Cristo. Así sí que podremos aceptar esos valores del Reino que nacen en la cuna de la cruz y en el jardín de la Resurrección: justicia, alegría, paz, tolerancia, diálogo, universalismo y amistad.

Para concluir: ¿Cómo nos comportamos con los que no piensan como nosotros? ¿Pedimos que baje fuego del cielo sobre ellos? ¿Trabajamos por resolver en lo que sea posible la situación de esos inmigrantes y otros quienes “no tienen donde reclinar su cabeza?

Recordemos que “la decisión de subir a Jerusalén es una de las más difíciles en la vida de Jesús y de quien quiera vivir como Él, aceptando participar de su destino”. (J. G. Faus)

jueves, 23 de junio de 2016

JUEVES DE LA 12 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año II (Lecturas)

2 Reyes 24, 8-17
Salmo 78,1-2.3-5.8.9:
Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre
Mateo 7,21-29

2 Reyes 24, 8-17

Cuando Jeconías subió al trono tenía dieciocho años, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Nejustá, hija de Elnatán, natural de Jerusalén. Hizo lo que el Señor reprueba, igual que su padre. En aquel tiempo, los oficiales de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén y la cercaron. Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén cuando sus oficiales la tenían cercada. Jeconías de Judá se rindió al rey de Babilonia, con su madre, sus ministros, generales y funcionarios. El rey de Babilonia los apresó el año octavo de su reinado. Se llevó los tesoros del templo y del palacio y destrozó todos los utensilios de oro que Salomón, rey de Israel, habla hecho para el templo según las órdenes del Señor. Deportó a todo Jerusalén, los generales, los ricos -diez mil deportados-, los herreros y cerrajeros; sólo quedó la plebe. Nabucodonosor deportó a Jeconías a Babilonia. Llevó deportados, de Jerusalén a Babilonia, al rey y sus mujeres, sus funcionarios y grandes del reino, todos los ricos-siete mil deportados-, los herreros y cerrajeros-mil deportados-, todos aptos para la guerra. En su lugar nombró rey a su tío Matanías, y le cambió el nombre en Sedecías.

Salmo 78,1-2.3-5.8.9:
Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre

Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos
en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles / a las fieras de la tierra.
R. Líbranos, Señor, 
por el honor de tu nombre

Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén,
y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera?
R. Líbranos, Señor, 
por el honor de tu nombre

No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados.
R. Líbranos, Señor, 
por el honor de tu nombre

Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre.
R. Líbranos, Señor, 
por el honor de tu nombre

Mateo 7,21-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No todo el que me dice: "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: "Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados." El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente."

miércoles, 22 de junio de 2016

2 Reyes 22,13; 23,1-3: He hallado el Libro de la Ley en el Templo del Señor

2 Reyes 22,13; 23,1-3

En aquellos días, el sumo sacerdote Helcías dijo al cronista Safán: "He encontrado en el templo el libro de la Ley." Entregó el libro a Safán, y éste lo leyó . Luego fue a dar cuenta al rey Josías: "Tus siervos han juntado el dinero que había en el templo y se lo han entregado a los encargados de las obras." Y le comunicó la noticia: "El sacerdote Helcías me ha dado un libro." Safán lo leyó ante el rey; y, cuando el rey oyó el contenido del libro de la Ley, se rasgó las vestiduras y ordenó al sacerdote Helcías, a Ajicán, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Miqueas, al cronista Safán y a Asaías, funcionario real: "Id a consultar al Señor por mí y por el pueblo y todo Judá, a propósito de este libro que han encontrado; porque el Señor estará enfurecido contra nosotros, porque nuestros padres no obedecieron los mandatos de este libro cumpliendo lo prescrito en él." Ellos llevaron la respuesta al rey, y el rey ordenó que se presentasen ante él todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Luego subió al templo, acompañado de todos los judíos y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, chicos y grandes. El rey les leyó el libro de la alianza encontrado en el templo. Después, en pie sobre el estrado, selló ante el Señor la alianza, comprometiéndose a seguirle y cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo el corazón y con toda el alma, cumpliendo las cláusulas de la alianza escritas en aquel libro. El pueblo entero suscribió la alianza.

— Comentario por Reflexiones Católicas
He hallado el libro de la Ley en el Templo del Señor

En 622, bajo el reinado del rey Josías, unos obreros, que trabajaban en el Templo, descubren un libro -es el Deuteronomio-, que había sido perdido -o escondido- en ese lugar unos años antes.

A todos los hombres les sucede algo parecido; y en algunos de esos acontecimientos parece «perderse la Palabra de Dios»... y en otros, se «la encuentra de nuevo»...

— Cuando el rey oyó las palabras del libro de la Ley, rasgó sus vestiduras

Es el signo de su arrepentimiento, de su deseo de conversión. El Deuteronomio encontrado es todo él una llamada a la Alianza: el tono del Deuteronomio es envolvente como una confidencia... Dios ama... Dios espera ser amado... Dios nos invita a amarle.

Pensando en los pecados de su pueblo en este inmenso olvido que dura hace tanto tiempo, el rey Josías tiene el corazón traspasado y rasga sus vestiduras. Pero si nosotros nos olvidamos de Dios, Dios no nos olvida jamás. Durante nuestras largas ausencias, perdura ahí y sigue amándonos siempre. El descubrimiento de este Amor trastorna a Josías y le suscita sentimientos de gozo y de arrepentimiento.

— El rey hizo convocar a todos los ancianos, con todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo, desde el menor al mayor. 

En el fondo, uno no se convierte solo. Todo aquel que descubre o que redescubre de nuevo a Dios provoca una especie de reacción en cadena: "¡Todo el que se eleva, eleva el mundo!"

¿Me preocupo de hacer partícipes a los demás de mis propios descubrimientos? ¿Tengo que comunicar una «buena nueva» a todos los que amo?

— Leyó ante ellos todo el contenido del libro de la alianza, hallado en el templo

Josías organiza pues una especie de gran liturgia, una celebración de la Palabra. El secretario había leído el texto al rey. Ahora el rey lo lee a todo el pueblo.

Como en el evangelio, los hechos se desarrollan en cascada: los obreros encuentran el libro cuando estaban trabajando, lo llevan al sumo Sacerdote Helcías, éste convoca a Safan, secretario del rey, Safan advierte al rey Josías que propone la Alianza a todos los habitantes de Jerusalén.

La Palabra de Dios pasa de mano en mano, de boca en boca, de oído en oído. ¡Dios necesita a los hombres!

— El rey estaba de pie junto a la columna, y concertó ante el Señor la «alianza» que le obligaba a seguir al Señor, y a guardar sus mandamientos con todo el corazón y toda el alma... 

Comienza una reforma, una nueva fase de vida: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma...» 

2 Reyes 22,13;23,1-3: Renovación de la Alianza

2 Reyes 22,13;23,1-3
Miércoles de la 12 Semana del Tiempo Ordinario, año II

En aquellos días, el sumo sacerdote Helcías dijo al cronista Safán: "He encontrado en el templo el libro de la Ley." Entregó el libro a Safán, y éste lo leyó . Luego fue a dar cuenta al rey Josías: "Tus siervos han juntado el dinero que había en el templo y se lo han entregado a los encargados de las obras." Y le comunicó la noticia: "El sacerdote Helcías me ha dado un libro." Safán lo leyó ante el rey; y, cuando el rey oyó el contenido del libro de la Ley, se rasgó las vestiduras y ordenó al sacerdote Helcías, a Ajicán, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Miqueas, al cronista Safán y a Asaías, funcionario real: "Id a consultar al Señor por mí y por el pueblo y todo Judá, a propósito de este libro que han encontrado; porque el Señor estará enfurecido contra nosotros, porque nuestros padres no obedecieron los mandatos de este libro cumpliendo lo prescrito en él." Ellos llevaron la respuesta al rey, y el rey ordenó que se presentasen ante él todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Luego subió al templo, acompañado de todos los judíos y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, chicos y grandes. El rey les leyó el libro de la alianza encontrado en el templo. Después, en pie sobre el estrado, selló ante el Señor la alianza, comprometiéndose a seguirle y cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo el corazón y con toda el alma, cumpliendo las cláusulas de la alianza escritas en aquel libro. El pueblo entero suscribió la alianza.

SOBRE EL MISMO TEMA:
Hallazgo del Libro de la Ley en el Templo del Señor  

Mateo 7,15-20: "Por sus frutos los conoceréis"

Mateo 7,15-20
Miércoles de la 12 Semana del Tiempo Ordinario, Año I y II

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis."

martes, 21 de junio de 2016

2 Reyes 19,9b-11.14-21.31-35a.36: Senaquerib y Ezequías

2 Reyes 19,9b-11.14-21.31-35a.36

En aquellos días, Senaquerib, rey de Asiria, envió mensajeros a Ezequías, para decirle: «Decid a Ezequias, rey de Judá: "Que no te engañe tu Dios en quien confías, pensando que Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria. Tú mismo has oído hablar cómo han tratado los reyes de Asiria a todos los países, exterminándolos, ¿y tú te vas a librar?"» Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó; después subió al templo, la desplegó ante el Señor y oró: «Señor, Dios de Israel, sentado sobre querubines; tú solo eres el Dios de todos los reinos del mundo. Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha el mensaje que ha enviado Senaquerib para ultrajar al Dios vivo. Es verdad, Señor: los reyes de Asiria han asolado todos los países y su territorio, han quemado todos sus dioses, porque no son dioses, sino hechura de manos humanas, leño y piedra, y los han destruido. Ahora, Señor, Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos del mundo que tú solo, Señor, eres Dios.» Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: «Así dice el Señor, Dios de Israel: "He oído lo que me pides acerca de Senaquerib, rey de Asiria. Ésta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: Te desprecia y se burla de ti la doncella, la ciudad de Sión; menea la cabeza a tu espalda la ciudad de Jerusalén. Pues de Jerusalén saldrá un resto, del monte Sión los supervivientes. ¡El celo del Señor lo cumplirá! Por eso, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, no disparará contra ella su flecha, no se acercará con escudo ni levantará contra ella un talud; por el camino por donde vino se volverá, pero no entrará en esta ciudad –oráculo del Señor–. Yo escucharé a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi siervo.» Aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres. Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, se volvió a Nínive y se quedó allí.

SOBRE EL MISMO TEMA:
La altanería de Senaquerib y la poderosa fe de Ezequías   

2 Reyes 19,9b-11.14-21.31-35a.36: La altanería de Senaquerib y la poderosa fe de Ezequías, por Fr. Nelson Medina, O.P.

MARTES DE LA 12 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año II

2 Reyes 19,9b-11.14-21.31-35a.36
Salmo 47,2-3a.3b-4.10-11:
Dios ha fundado su ciudad para siempre
Mateo 7,6.12-14

2 Reyes 19,9b-11.14-21.31-35a.36

En aquellos días, Senaquerib, rey de Asiria, envió mensajeros a Ezequías, para decirle: «Decid a Ezequias, rey de Judá: "Que no te engañe tu Dios en quien confías, pensando que Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria. Tú mismo has oído hablar cómo han tratado los reyes de Asiria a todos los países, exterminándolos, ¿y tú te vas a librar?"» Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó; después subió al templo, la desplegó ante el Señor y oró: «Señor, Dios de Israel, sentado sobre querubines; tú solo eres el Dios de todos los reinos del mundo. Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha el mensaje que ha enviado Senaquerib para ultrajar al Dios vivo. Es verdad, Señor: los reyes de Asiria han asolado todos los países y su territorio, han quemado todos sus dioses, porque no son dioses, sino hechura de manos humanas, leño y piedra, y los han destruido. Ahora, Señor, Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos del mundo que tú solo, Señor, eres Dios.» Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: «Así dice el Señor, Dios de Israel: "He oído lo que me pides acerca de Senaquerib, rey de Asiria. Ésta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: Te desprecia y se burla de ti la doncella, la ciudad de Sión; menea la cabeza a tu espalda la ciudad de Jerusalén. Pues de Jerusalén saldrá un resto, del monte Sión los supervivientes. ¡El celo del Señor lo cumplirá! Por eso, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, no disparará contra ella su flecha, no se acercará con escudo ni levantará contra ella un talud; por el camino por donde vino se volverá, pero no entrará en esta ciudad –oráculo del Señor–. Yo escucharé a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi siervo.» Aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres. Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, se volvió a Nínive y se quedó allí.

Salmo 47,2-3a.3b-4.10-11
R. Dios ha fundado su ciudad para siempre

Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios.
Su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra.
R. Dios ha fundado su ciudad para siempre

El monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey.
Entre sus palacios, Dios
descuella como un alcázar.
R. Dios ha fundado su ciudad para siempre

Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios,
tu alabanza llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia.
R. Dios ha fundado su ciudad para siempre

Mateo 7,6.12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.»

lunes, 20 de junio de 2016

Mateo 7,1-5: Benevolencia para juzgar

Mateo 7,1-5
Lunes de la 12 Semana del Tiempo Ordinario, Año I y II

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.»

domingo, 19 de junio de 2016

Lucas 9,18-24: Quien no sabe de sacrificios no sabe de amores

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Lucas 9,18-24: El siervo sufriente

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Lucas 9,18-24: Conocer a Cristo, por Mons. Jesús Sanz Montes, Arzobispo de Oviedo (España)

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DOMINGO DE LA 12 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo C (Lecturas)

Zacarías 12,10-11;13,1
Salmo 62: Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío
Gálatas 3,26-29
Lucas 9, 18-24

Zacarías 12,10-11;13,1

Así dice el Señor: "Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo Único, y llorarán como se llora al primogénito. Aquel día, será grande el luto en Jerusalén, como el luto de Hadad-Rimón en el valle de Meguido." Aquel día, se alumbrará un manantial, a la dinastía de David y a los habitantes de Jerusalén, contra pecados e impurezas.

Salmo 62: Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

Gálatas 3,26-29

Hermanos: Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa.

Lucas 9,18-24

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
— ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
— Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Él les preguntó:
— Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro tomó la palabra y dijo:
— El Mesías de Dios.
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió:
El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Y, dirigiéndose a todos, dijo:
— El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.

COMENTARIOS:
Fracisco González SF  

viernes, 17 de junio de 2016

Mateo 6,19-23: "Donde está tu tesoro, allí está tu corazón"

Mateo 6,19-23
Viernes de la 11 Semana del Tiempo Ordinario, Año I y II

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!"

SOBRE EL MISMO TEMA:  
Acumular riquezas y tesoros   

VIERNES DE LA SEMANA 11 DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo II (Lecturas)

2 Reyes 11,1-4.9-18.20
Sal 131,11.12.13-14.17-18:
El Señor ha elegido a Sión, 
ha deseado vivir en ella
Mateo 6,19-23

2 Reyes 11,1-4.9-18.20

En aquellos días, cuando Atalía, madre del rey Ocozías, vio que su hijo había muerto, empezó a exterminar a toda la familia real. Pero cuando los hijos del rey estaban siendo asesinados, Josebá, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el dormitorio; así, se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte. El niño estuvo escondido con ella en el templo durante seis años, mientras en el país reinaba Atalía. El año séptimo, Yehoyadá mandó a buscar a los centuriones de los Carios y de la escolta; los llamó a su presencia, en el templo, se juramentó con ellos y les presentó al hijo del rey. Los centuriones hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno reunió a sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que estaban libres, y se presentaron al sacerdote Yehoyadá. El sacerdote entregó a los centuriones las lanzas y los escudos del rey David, que se guardaban en el templo. Los de la escolta empuñaron las armas y se colocaron entre el altar y el templo, desde el ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, para proteger al rey. Entonces Yehoyadá sacó al hijo del rey, le colocó la diadema y las insignias, lo ungió rey, y todos aplaudieron, aclamando: "¡Viva el rey!" Atalía oyó el clamor de la tropa y se fue hacia la gente, al templo. Pero, cuando vio al rey en pie sobre el estrado, como es costumbre, y a los oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en fiesta y las trompetas tocando, se rasgó las vestiduras y gritó: "¡Traición, traición!" El sacerdote Yehoyadá ordenó a los centuriones que mandaban las fuerzas: "Sacadla del atrio. Al que la siga lo matáis." Pues no quería que la matasen en el templo. La fueron empujando con las manos y, cuando llegaba a palacio por la puerta de las caballerizas, allí la mataron. Yehoyadá selló el pacto entre el Señor y el rey y el pueblo, para que éste fuera el pueblo del Señor. Toda la población se dirigió luego al templo de Baal; lo destruyeron, derribaron sus altares, trituraron las imágenes, y a Matan, sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar. El sacerdote Yehoyadá puso guardias en el templo. Toda la población hizo fiesta, y la ciudad quedó tranquila. A Atalía la habían matado en el palacio.

Salmo 131,11.12.13-14.17-18:
El Señor ha elegido a Sión, 
ha deseado vivir en ella

El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
"A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono."
R. El Señor ha elegido a Sión, 
ha deseado vivir en ella

"Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono."
R. El Señor ha elegido a Sión, 
ha deseado vivir en ella

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
"Esta es mi mansión por siempre,
aquí viviré porque la deseo.
R. El Señor ha elegido a Sión, 
ha deseado vivir en ella

"Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema."
R. El Señor ha elegido a Sión, 
ha deseado vivir en ella

Mateo 6,19-23

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en le cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque dónde está tu tesoro, allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!"

jueves, 16 de junio de 2016

Mateo 6,7-15: Rezar sin sentirse hijos, sin llamar Padre a Dios, es rezar como paganos, por el papa Francisco

Mateo 6,7-15

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando recéis no uséis muchas palabras, como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis. Vosotros rezad así: Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos hoy el pan nuestro; perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido; no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno. Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.

— Comentario por el papa Francisco
Rezar sin sentirse hijos, sin llamar Padre a Dios, es rezar como paganos

Los cristianos deben ser conscientes de la paternidad de Dios al rezar, para no rezar como paganos ni tratar a Dios con mentalidad pagana. También deben evitar pensar que las palabras de las oraciones son mágicas. Al rezar al Padre Nuestro sentimos su mirada de Padre sobre nosotros, explicó el Papa Francisco en su homilía matinal del jueves en la residencia Santa Marta.

El Papa Francisco se inspiró en el Evangelio del día, en el que el Señor enseña la oración del “Padre Nuestro” a sus discípulos, para detenerse en el valor que tiene rezar al Padre en la vida del cristiano. Jesús – dijo el Pontífice – “indica precisamente el espacio de la oración en una palabra: Padre”.

Jesús se dirige siempre al Padre en los momentos fuertes de su vida.  Este Padre – observó Francisco – “sabe de qué cosas tenemos necesidad antes de que se las pidamos”. Es un Padre que “nos escucha en lo secreto, como Él, Jesús, nos aconseja rezar: en lo secreto”.

“Este Padre que nos da precisamente la identidad de hijos. Y cuando digo ‘Padre’ llego hasta las raíces de mi identidad: mi identidad cristiana es ser hijo y ésta es una gracia del Espíritu. Nadie puede decir ‘Padre’ sin la gracia del Espíritu. ‘Padre’ que es la palabra que Jesús usaba en los momentos más fuertes: cuando estaba lleno de alegría, de emoción: ‘Padre, te alabo, porque tú revelas estas cosas a los pequeños’; o llorando, ante la tumba de su amigo Lázaro: ‘Padre, te doy gracias porque me has escuchado’; o también después, en los momentos finales de su vida, al final”.

El Obispo de Roma evidenció que “en los momentos más fuertes”, Jesús dice: Padre. “Es la palabra que más usa”, “Él habla con el Padre. Es el camino de la oración y, por esta razón – reafirmó  – me permito decir que es el espacio de la oración”. “Sin sentir que somos hijos, sin sentirse hijo, sin decir  Padre – añadió – nuestra oración es pagana, es una oración de palabras”.

Ciertamente – agregó el Pontífice – se puede rezar a la Virgen, a los Ángeles y a los Santos. Pero recordó que la piedra angular de la oración es “Padre”. Si no somos capaces de comenzar la oración con esta palabra, "Padre", – dijo –  “la oración no irá bien”:

“Padre. Es sentir la mirada del Padre sobre mí, sentir que aquella palabra ‘Padre’ no es un derroche como las palabras de las oraciones de los paganos: es una llamada a Aquel que me ha dado la identidad de hijo. Éste es el espacio de la oración cristiana – ‘Padre’ –  y después rezamos a todos los Santos, a los Ángeles, hacemos también procesiones, peregrinaciones… Todo bello, pero siempre comenzando con ‘Padre’ y con la conciencia de que somos hijos y que tenemos un Padre que nos ama y que conoce nuestras necesidades, todas. Éste es el espacio”.

Francisco dirigió un pensamiento a la parte en que en la oración del “Padre Nuestro”, Jesús hace referencia al perdón del prójimo, y a cómo Dios nos perdona a nosotros.

“Si el espacio de la oración es decir Padre – afirmó – el clima de la oración es decir ‘nuestro’: somos hermanos, somos familia”. Y recordó lo que sucedió con Caín que ha odiado al hijo del Padre, ha odiado a su hermano. El Padre – reafirmó – nos da la identidad y la familia. “Por eso es tan importante – dijo – tener capacidad de perdón, olvidar, olvidar las ofensas, ese sano hábito de decir ‘dejemos pasar… que haga él, el Señor’ y no tener rencor, resentimiento ni ganas de venganza”.

Nos hace bien hacer un examen de conciencia acerca de cómo rezamos al Padre. “Rezar a Padre perdonando a todos, olvidando las ofensas  – dijo Francisco – es la mejor oración que puedes hacer”.

“Es bueno que algunas veces hagamos un examen de conciencia sobre esto. ¿Para mí, Dios es Padre, yo lo siento Padre? Y si no lo siento así, pido al Espíritu Santo que me enseñe a sentirlo así. ¿Y soy capaz de olvidar las ofensas, perdonar, dejar pasar o si no, pedirle al Padre ‘también estos son tus hijos, me han hecho algo feo… ayúdame a perdonar’? Hagamos este examen de conciencia sobre nosotros y nos hará bien, bien, bien. ‘Padre’ y ‘nuestro’: nos da la identidad de hijos y nos da una familia para ‘ir’ juntos por la vida”.

Mateo 6,7-15: Explicación del Padre nuestro

Mateo 6,7-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas."

— Comentario por la Orden Carmelitana

En Mateo, el Padre Nuestro está situado en el Sermón del Monte, en aquella parte donde Jesús orienta a los discípulos en la práctica de las tres obras de piedad:

limosna (Mt 6,1-4)
oración (Mt 6,5-15)
ayuno (Mt 6,16-18).

El Padre Nuestro forma parte de una catequesis para los judíos convertidos. Ellos ya estaban acostumbrados a rezar, pero tenían ciertos vicios que Mateo trata de corregir.

• Mateo 6,7-8: Los vicios que hay que corregir

Jesús critica a las personas para quienes la oración es una repetición de fórmulas mágicas, de palabras fuertes, dirigidas a Dios para obligarle a atender a sus necesidades. La acogida de la oración por parte de Dios no depende de la repetición de palabras, sino de la bondad de Dios que es Amor y Misericordia. El quiere nuestro bien y conoce nuestras necesidades antes de que expresemos nuestras peticiones.

• Mateo 6,9a: Las primeras palabras “Padre Nuestro” 

Abba, Padre, es el nombre que Jesús usa para dirigirse a Dios. Revela la nueva relación con Dios que debe caracterizar la vida de las comunidades (Gal 4,6; Rm 8,15). Decimos “Padre nuestro” y no “Padre mío”. El adjetivo “nuestro” acentúa la conciencia de que todos pertenecemos a la gran familia humana de todas las razas y credos.

Rezar al Padre y entrar en la intimidad con él, es también colocarse en sintonía con los gritos de todos los hermanos y hermanas por el pan de cada día. Es buscar el Reino de Dios en primer lugar. La experiencia de Dios como nuestro Padre es el fundamento de la fraternidad universal.

• Mateo 6,9b-10: Tres pedidos por la causa de Dios: el Nombre, el Reino, la Voluntad

En la primera parte del Padre-nuestro, pedimos para que sea restaurada nuestra relación con Dios. Santificar el nombre Dios (Yavéh) significa decir “estoy contigo”: Dios con nosotros. En este nombre Dios se dio a conocer (Ex 3,11-15). El Nombre de Dios es santificado cuando es usado con fe y no con magia; cuando es usado conforme con su verdadero objetivo, es decir no para la opresión, sino para la liberación del pueblo y para la construcción del Reino.

La Venida del Reino: El único dueño y rey de la vida humana es Dios (Is 45,21; 46,9). La venida del Reino es la realización de las esperanzas y promesas. Es la vida plena, la superación de las frustraciones sufridas con los reyes y con los gobiernos humanos. Este Reino acontecerá, cuando la voluntad de Dios se realice plenamente.

Hacer la Voluntad: La voluntad de Dios se expresa en su Ley. Hágase su voluntad, así en la tierra como en el cielo. En el cielo, el sol y las estrellas obedecen a las leyes de sus órbitas y crean el orden del universo (Is 48,12-13). La observancia de la ley de Dios será fuente de orden y de bienestar para la vida humana.

• Mateo 6,11-13: Cuatro pedidos: pan, perdón, victoria, libertad

En la segunda parte del Padre nuestro pedimos que sea restaurada la relación entre las personas. Los cuatro pedidos muestran cómo deben ser transformadas las estructuras de la comunidad y de la sociedad para que todos los hijos y las hijas de Dios vivan con igual dignidad.

Pan de cada día: En el éxodo, cada día, la gente recibía el maná en el desierto (Ex 16,35). La providencia divina pasaba por la organización fraterna, por el compartir. Jesús nos convida a realizar un nuevo éxodo, una nueva convivencia fraterna que garantice el pan para todos (Mt 6,34-44; Jn 6,48-51).

Perdón de las deudas: Cada 50 años, el Año Jubilar obligaba a todos al perdón de las deudas. Era un nuevo comienzo (Lv 25,8-55). Jesús anuncia un nuevo Año Jubilar, "un año de gracia de parte del Señor" (Lc 4,19). ¡El Evangelio quiere recomenzar todo de nuevo!

No caer en la Tentación: En el éxodo, el pueblo fue tentado y cayó (Dt 9,6-12). Murmuró y quiso volverse atrás (Ex 16,3; 17,3). En el nuevo éxodo, la tentación será superada por la fuerza que el pueblo recibe de Dios (1Cor 10,12-13).

Liberación del maligno: El maligno es Satanás, que aleja de Dios y es motivo de escándalo. Logró entrar en Pedro (Mt 16,23) y tentó a Jesús en el desierto. Jesús lo venció (Mt 4,1-11). Él nos dice: "¡Animo! ¡Yo vencí el mundo!" (Jn 16,33).

• Mateo 6,14-15: Quien no perdona no será perdonado

Rezando el Padre nuestro, pronunciamos la frase que nos condena o absuelve. Rezamos: “Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt 6,12). Ofrecemos a Dios la medida del perdón que queremos. Si perdonamos mucho, El nos perdonará mucho. Si perdonamos poco, él perdonará poco. Si no perdonamos, él tampoco no podrá perdonar.

miércoles, 15 de junio de 2016

Mateo 6,1-6.16-18: Sobre la limosna, la oración y el ayuno

Mateo 6,1-6.16-18
Miércoles de Ceniza
Miércoles de la 11 Semana del Tiempo Ordinario I y II

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Cuando tú vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los farsantes, que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambi, ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.

SOBRE EL MISMO TEMA:
Limosna, oración, ayuno y Reino de Dios     

sábado, 11 de junio de 2016

DOMINGO DE LA 11 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo C, por el Padre Dr. Juan Pablo Esquivel

2 Samuel 12, 7-10. 13
Salmo 31,1-2.5.7.11: Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
Gálatas 2,16.19-21
Lucas 7, 36-8, 3

2 Samuel 12, 7-10. 13

En aquellos días, Natán dijo a David: "Así dice el Señor, Dios de Israel: "Yo te ungí rey de Israel, te libré de las manos de Saúl, te entregué la casa de tu señor, puse sus mujeres en tus brazos, te entregué la casa de Israel y la de Judá, y, por si fuera poco, pienso darte otro tanto. ¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal? Mataste a espada a Urías, el hitita, y te quedaste con su mujer. Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías."" David respondió a Natán: "¡He pecado contra el Señor!" Natán le dijo: "El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás."

Salmo 31,1-2.5.7.11:
Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado

Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito;
propuse: "Confesaré al Señor mi culpa",
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.
R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo los de corazón sincero.
R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado

Gálatas 2,16.19-21

Hermanos: Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús. Por eso, hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la Ley. Porque el hombre no se justifica por cumplir la Ley. Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. Yo no anulo la gracia de Dios. Pero, si la justificación fuera efecto de la Ley, la muerte de Cristo sería inútil.

Lucas 7,36-508,1-3

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: "Si este fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora."
Jesús tomó la palabra y le dijo:
— Simón, tengo algo que decirte.
Él respondió:
— Dímelo, maestro.
Jesús le dijo:
— Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?
Simón contesto:
— Supongo que aquel a quien le perdonó más.
Jesús le dijo:
— Has juzgado rectamente.
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
— ¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.
Y a ella le dijo:
— Tus pecados están perdonados.
Los demás convidados empezaron a decir entre sí:
— ¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?
Pero Jesús dijo a la mujer:
— Tu fe te ha salvado, vete en paz.
Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

— Comentario del Padre Dr. Juan Pablo Esquivel    

La liturgia de hoy es una invitación a contemplar una vez más la infinita misericordia del Padre, manifestada en modo eminente en y por Jesucristo.

Cristo no solo predica el perdón: Él mismo perdona… No solamente  perdona como solo Dios sabe y puede hacerlo: ha perdonado también como hombre las injusticias dirigidas deliberada e inequívocamente contra su Persona. Ha  perdonado cosas gruesas, cosas muy duras… Esa clase de cosas que nosotros  normalmente llamamos “imperdonables”. De modo que su estilo no es sólo la fuente permanente de ese amor que siempre nos recompone, sino también la  escuela en la cual se aprende del único Maestro.

Es significativo notar que en la cruz Jesús entregó la vida y quedó para  siempre “con los brazos abiertos”, actitud que en nuestro modo de hablar es signo de acogida, de perdón y amistad.

— Primera lectura

La lecturas de hoy nos enseñan tanto sobre ese modo de ser y hacer del  Señor. En la primera lectura hemos escuchado como el profeta Natán desenmascara al santo rey David, que había cometido un adulterio que luego intentó ocultar con mentiras y finalmente con un homicidio.

Pero apenas David reconoce su pecado, allí mismo, casi de “sobrepique”, Dios le manifiesta la  seguridad de su perdón. El episodio nos ofrece una doble enseñanza: por una  parte, la seguridad del perdón divino siempre que estamos verdaderamente  arrepentidos; por otra, la constatación de que también los grandes santos han  tenido grandes “metidas de pata”, pero han sabido sobreponerse, pedir perdón, levantarse y continuar la marcha, confiando no en sí mismos, sino en el Señor.

— Segunda lectura

Por eso la insistencia de san Pablo en la segunda lectura: no nos salvan nuestras obras (tantas veces teñidas de vanagloria o de interés), sino la fe en Cristo, que nos moviliza a hacer las cosas por amor, devolviéndonos el sentido de la gratitud y la gratuidad.

— Evangelio

En el Evangelio todo esto se hace evidente en alto voltaje: por un lado, la actitud de una mujer que, consciente de su pecado, no teme descubrir su herida al Único que puede contemplarla hasta el fondo sin escandalizarse, sin herirla, sin humillarla, sino todo lo contrario: curándola, levantándola de su postración moral, devolviéndole esa dignidad que a los ojos del Padre nunca se pierde.

En el corazón y en las enseñanzas de Jesús, las prostitutas y los publicanos (otra gente “non sancta” de su tiempo) llevan la delantera en el camino al reino de los Cielos porque aunque su vida moral esté destruida, su “corazón” está a punto: saben que necesitan de la salvación, y saben donde buscarla. Situación opuesta a la de los fariseos (¡los de todos los tiempos!) cuya vida moral quizás conserva manifestaciones notorias, pero cuyo corazón engreído cree haber conquistado la salvación por cuenta propia, y por ende puede casi prescindir de Dios. O, en el colmo de la soberbia, puede juzgar al mismo Dios en persona, como hace el fariseo Simón, que ha invitado a Jesús a comer a su casa, y ahora en su corazón lo condena como falso profeta, por la  actitud que Jesús asume con la pecadora. ¡Siempre es así! Toda auto-canonización significa la condena de los que no piensan, viven, sienten y manifiestan la fe como lo hace quien se retiene ejemplo y modelo viviente de la misma!

El fariseo Simón ha abierto al Señor las puertas de su casa, pero no las de su corazón. Por eso ha omitido los gestos que la hospitalidad oriental de entonces preveía para estos casos, y Jesús amigablemente se lo hace notar.

En realidad, no hay que esforzarse mucho para descubrir la enorme diferencia de actitud que  tienen la mujer y el fariseo frente a Jesús: casi casi se califican y comentan por sí mismas. La mujer fue buscando perdón, una vida nueva, un poder empezar mejor que “desde cero”, desde Dios. Y encontró lo que buscaba. Simón, y no sólo él, sino muchos de los comensales, se escandalizan además por el hecho de que Jesús perdone los pecados a esta mujer por la que se ha dejado tocar.

El problema es que quien se encierra en sus propios criterios y seguridades, termina por no entender a Dios y a los demás!!  

Algunas anotaciones prácticas para nosotros, que queremos contemplar esta escena con la fe del creyente, y con el “horror” (hipócrita) de los fariseos:

1) La misericordia y bondad del Señor son infinitas, y surgen de su Corazón. El arrepentimiento, de parte nuestra, debe ser igual, y no sólo una pose externa, o un cuestión sensiblera ligada a un momento fugaz.

2) El perdón y la paz con Él deben ser buscados donde sabemos con seguridad que se encuentran: la oración, los sacramentos, y concretamente el  Sacramento de la Penitencia o Reconcilicación (que llamamos habitualmente  “Confesión”). La “auto-confesión” con “auto-absolución” no existe, y puede ser expresión de una “auto-referencialidad” que nos aleja del verdadero diálogo con el único Dios vivo y verdadero.

3) Ojo con el juicio superficial y la condena fácil a los demás, tan común dentro y fuera de la Iglesia, y que tantos estragos produce en todos los ámbitos. El fariseísmo de quien se escandaliza de los pecados ajenos en lugar de ocuparse de  convertir los propios es duramente fustigado por el Señor, contra los hipócritas de su tiempo y los de todos los tiempos.

Peor que 1.000 testigos de jehová sueltos en  una ciudad, importunando y confundiendo es la lengua de quien destroza la  comunión eclesial y escandaliza con juicios y comentarios que transforman en  moralmente asesinos a quienes los formulan. Pidamos al Señor la gracia de crecer en el amor que pide perdón y que sabe perdonar; y en la sabiduría que no juzga con la certeza de no ser juzgada. Amén.

Lucas 7,36-8,3: La invitación farisea y la misericordia, por D. Jesús Sanz Montes, OFM, Arzobispo de Oviedo

Lucas 7,36-8,3

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: "Si este fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora."
Jesús tomó la palabra y le dijo:
— Simón, tengo algo que decirte.
Él respondió:
— Dímelo, maestro.
Jesús le dijo:
— Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?
Simón contesto:
— Supongo que aquel a quien le perdonó más.
Jesús le dijo:
— Has juzgado rectamente.
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
— ¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.
Y a ella le dijo:
— Tus pecados están perdonados.
Los demás convidados empezaron a decir entre sí:
— ¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?
Pero Jesús dijo a la mujer:
— Tu fe te ha salvado, vete en paz.
Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

— La invitación farisea y la misericordia, 
por Jesús Sanz Montes, OFM, Arzobispo de Oviedo

Salir en la foto es una de las cosas que a veces más se ve pasear por esos mundos del frívolo famoseo. No se tiene estima necesariamente de la persona con la que uno se quiere inmortalizar, ni se sitúa para aprender algo o para enmendar las cosas mejorables en la propia vida. Sólo se quiere aparentar.

Esto sucede también cuando se invita a comer a alguien, en ese signo de amistad común en todas las culturas. El Evangelio de hoy nos narra un episodio de un fariseo que rogaba a Jesús que fuera a su casa porque le quería invitar a comer, pero en el fondo sólo se invitó a sí mismo. Así fue.

Pero se coló una mujer conocida en la ciudad por sus pecados, y discretamente comenzó a llorar a los pies de Jesús, a besárselos y enjugarlos con los cabellos, a perfumarlos con el frasco de perfume que había traído. El fariseo viendo aquello, se puso a murmurar contra el maestro. Es decir, invitó a Jesús a comer como quien invita a una persona famosa, acaso para pavonearse de haber sido anfitrión del
afamado maestro que estaba en la boca de todos.

Es tremendo eso de esperar a Dios en los caminos que Él no frecuenta o empeñarse en enmendarle la plana cuando le vemos llegar por donde ni nos imaginamos. En esta entrañable escena, no obstante, lo más importante no era la desilusión defraudada del fariseo, sino la enseñanza de Jesús ante el comportamiento de aquella pobre mujer. Ella hizo lo que le faltó al fariseo en la más elemental cortesía oriental: acoger lavando los pies, secarlos y perfumarlos. Ella no lo hizo como gesto de educación refinada, pues no estaba en su casa ni era ella quien había invitado a Jesús, sino como gesto de conversión, como petición de perdón y como espera de misericordia.

Ciertamente el Señor respondería con creces: no banalizaría el pecado de la mujer, pero valoraría infinitamente más el perdón que con aquel gesto ella suplicaba. El fariseo sólo vio en ella el error, mientras que Jesús acertó a ver sobre todo el amor: a quien mucho ama, mucho se le perdona.

El fariseo y aquella mujer habían pecado, cada cual a su modo. El primero no lo reconoció mientras que ella supo pedir perdón, que es una forma de amor. La vida es como un banquete. En él podemos estar murmurando inútilmente los errores ajenos como el fariseo, o ser perdonados amorosamente como la mujer. Además de evitar los errores hemos de aprender a amar, creyendo que más grande que nuestra torpeza es la misericordia del Señor.

Podemos estar con Jesús utilizando su presencia para poner en valor la nuestra, o podemos acogernos a su gracia para dejarnos perdonar y poder volver a empezar de nuevo desde la invitación de su misericordia.

Lucas 7,36-8,3: La mujer, imagen de la Iglesia, por M.Dolors Gaja, M.N.

Lucas 7,36-8,3

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: "Si este fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora."
Jesús tomó la palabra y le dijo:
— Simón, tengo algo que decirte.
Él respondió:
— Dímelo, maestro.
Jesús le dijo:
— Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?
Simón contesto:
— Supongo que aquel a quien le perdonó más.
Jesús le dijo:
— Has juzgado rectamente.
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
— ¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.
Y a ella le dijo:
— Tus pecados están perdonados.
Los demás convidados empezaron a decir entre sí:
— ¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?
Pero Jesús dijo a la mujer:
— Tu fe te ha salvado, vete en paz.
Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

LAS MUJERES DE JESÚS

Voy a empezar este evangelio por el final: porque no es menos importante que el cuadro que se nos narra, la afirmación de que había seguidoras de Jesús. Estamos acostumbrados a la lista de nombres de los seguidores de Jesús: Pedro, Santiago, Juan…De ellos, salvo de Judas, “el traidor” nada se nos dice inicialmente. En cambio, cuando se nos presentan las seguidoras de Jesús el evangelista siente la necesidad de subrayar que todas  habían sido sanadas por Jesús de “malos espíritus y enfermedades” y, de alguna, hasta se habían expulsado siete demonios.

Tengo para mí que esa experiencia personal e íntima de la acción de Jesús en la vida de cada una de ellas fue determinante en su fidelidad hasta la cruz, algo que no vemos en los discípulos la mayoría de los cuales se había formado de Jesús una idea más o menos mesiánica.

Estas mujeres sanadas pueden ser muy bien imagen de la Iglesia. Porque el evangelista subraya además que “sostenían a Jesús con sus bienes”. Y hay que reconocer que en muchos países son las mujeres las que sostienen la iglesia. Basta ver las misas, el número de asistencia femenina y masculina… Basta ver el número de consagradas frente a consagrados. ¿Qué les pasa a los hombres?

Hoy por hoy, muchas mujeres siguen sosteniendo a Jesús en sus obras de caridad y misericordia pero también en su dimensión contemplativa. En la estructura de la Iglesia siguen ostentando todo protagonismo los hombres. Quizá no hay mucha conciencia de cuánto debe la Iglesia a las mujeres…A veces pienso que con enaltecer a la Virgen María creen haber saldado la deuda de gratitud.

BANQUETE ABUNDANTE, AMOR ESCASO

Cabe suponer que en la mesa del fariseo el banquete era abundante. Sin embargo, Jesús no va a dejar de reprocharle lo que “no ha hecho” y ese puede ser un duro examen de conciencia para las comunidades cristianas.

No las misas que se dicen, no las procesiones o las ferias solidarias que se montan. Jesús exige la centralidad de su persona. Y eso lleva  a la delicadeza, al amor creativo de gestos, a la “pérdida” de tiempo en la oración, al silencio ante el sagrario.

La mujer no parece pedir nada (aunque luego reciba mucho) sólo desea estar y tocar a Jesús. Es mujer que ama con todos sus sentidos y llora, besa, acaricia, seca… Ella es el exceso y Simón el cálculo: si supiera quién lo toca… El único ignorante es el que cree saber, Simón el fariseo, porque Jesús sabe muy bien por quién es acariciado y la mujer sabe quién es Jesús y por eso mismo desea tocarlo, besarlo, honrarlo.

EL FRASCO DE ALABASTRO

La mujer lleva un frasco –se especifica en otras traducciones que es de alabastro – con un caro perfume. Ese frasco puede muy bien simbolizar el corazón de cada cristiano que sólo puede ser para Jesús. Sólo para Él la alabanza, el amor, la finura de nuestro afecto.

Una mala formación hace pensar a muchos laicos que eso debe ser para los consagrados. Se olvida a veces que no hay mayor consagración que la del bautismo y que todo seguidor de Jesús debe darle centralidad en su vida, romper su perfume, darse sin cálculo. La entrega o es radical o no es. Jesús no tiene amores rivales, Él integra todo amor que merezca tal nombre. Desde Él y por Él somos capaces de amor humano en plenitud.

LA MUJER, IMAGEN DE LA IGLESIA

Esa mujer se pone detrás de Jesús, que es donde debe estar el seguidor. Y se pone a sus pies, en actitud de adoración. Son las actitudes que necesita la Iglesia: ir siempre “detrás de” y adorar. Los Padres de la Iglesia han visto en esta mujer la imagen de la Iglesia. Una Iglesia que debe besar y ungir a los más débiles. Una Iglesia postrada, humilde, servidora. Una Iglesia creativa, audaz, atrevida, alejada de cálculo.

ELLA EN CAMBIO

He comenzado contraponiendo el grupo de mujeres seguidoras de Jesús – cargadas de defectos y enfermedades – al grupo de seguidores varones de Jesús donde, salvo uno, los demás parecen inmaculados pese a sus múltiples fallos. No se me hubiera ocurrido la contraposición si el texto no la remarcara hasta la saciedad con un “ella en cambio”.

Jesús establece una clara diferencia entre Simón y la pecadora pública. Lucas es artista en formar dípticos, pequeños cuadros con dos personajes donde, aparentemente, el primero tiene todas las de ganar (por lo menos humanamente) pero al final, a los ojos de Jesús, es el segundo personaje quien vence.

Recordemos la anunciación a Zacarías contrapuesta a la de  María la parábola del fariseo y el publicano, el rico Epulón y el pobre Lázaro…Y ahora, en este texto, el fariseo Simón, que además invita a Jesús, es contrapuesto a una pecadora a la que Jesús cubre de elogios. Porque ella ha lavado, ha besado, ha ungido…ella encarna el amor en acción.

¿Con quién nos identificaría hoy Jesús, con quién identificaría nuestras comunidades? ¿Con Simón, buen hombre que no acaba de entregarse, o con esa mujer que se “desmadra” en su amor?

Lucas 7,36-50: "Al que poco se le perdona, poco ama"

Lucas 7,36-50

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: "Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora." Jesús tomó la palabra y le dijo:
— Simón, tengo algo que decirte.
El respondió:
— Dímelo, maestro.
Jesús le dijo:
— Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?
Simón contestó:
— Supongo que aquel a quien le perdonó más.
Jesús le dijo:
— Has juzgado rectamente.
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
— ¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.
Y a ella le dijo:
— Tus pecados están perdonados.
Los demás convidados empezaron a decir entre sí:
— ¿Quién es esté, que hasta perdona pecados?
Pero Jesús dijo a la mujer:
— Tu fe te ha salvado, vete en paz.


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